Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La gran chorrada

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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NO SE CONOCE en todo el curso de la historia de España, tan varia y dispersa, un solo caso que pueda servirnos de ejemplo comparativo con el evento ridículo, que terminó por pasar al basurero nacional, con el nombre de Chikilicuatre. Nadie se explica la sinrazón por la cual se conoce a los geniales autores de la Gran Chorrada Nacional. Dicen los analistas, los investigadores y los agentes de la policía cultural que detrás de toda la absurda y ridícula parafernalia desplegada en Belgrado, fue o es el resultado de una combinación económica combinada y propuesta por muy conocidos industriales de la tontería con guitarra. Y los muy enterados atribuyen a uno de los genios que suelen esconder su estulticia a la sombra de la pantalla para pasto de anormales, de nombre o de pseudónimo Buenafuente y que el producto conseguido, mezclando los más diversos y ramplones modos de hacer el payaso, bien podrían servir también para exponer las líneas maestras para dibujar el estado intelectual de la modernidad o de la progresía, que es la más rotunda y saludable demostración del espíritu cultural que suele animar a los suspendidos en todas las asignaturas. Pare representación de la patria de Falla, por ejemplo, apareció en pantalla un estrafalario engendro, con peluquín y guitarra digital, en la competición de Televisión Internacional, y obtuvimos (porque todos somos España) el puesto 16, de los veinticinco países comprometidos en la competición. Y eso gracias a la generosa entrega de un concursante de segunda mano. La formación del tal Chikilicuatre, estuvo formada por un grupo de muchachas bailonas, ricas en aspavientos cárnicos alrededor del protagonista, un adefesio hispanohablante, al parecer, que movía a risa doliente así que comenzaba a soltar vulgaridades, como la de que el bailongo del cual era autor lo bailaba su abuela. A medida que se sucedían las votaciones quedaba más a culo pajarero, como excrementó de oveja merina al sol, el motivo musical que intentaba representar a España, y los más piadosos pensábamos que se trataba de una burla emitida como réplica a la subida de los precios y a la confusión de los valores. Y no faltó informador que se apresuró a sugerir que acaso, quien sabe, tal vez, la culpa de tanta vaciedad no era atribuible a los actores, que se estaban ganando el pan haciendo el gilipuerta con medios bufonescos, sino que aquellas autoridades a las cuales las incumbe la vigilancia para evitar el extravío del sentido del humor y su conversión en la extravagancia de un payaso sin trabajo. Y no es lo malo que el puesto alcanzado en tal montaje nos haya descubierto a los españoles como habitantes fervorosos de un error intelectual, lo peor es que de esta clase de manifestaciones se compone, por desgracia, la mayor parte de las expresiones que cubren las apetencias de una actualidad, progresiva dicen, y democrática. ¿Es tolerable, se pregunta el buen pueblo, que se toleren expresiones de esta índole sin que los que puedan impedirlo se les caiga la cara y el cargo de vergüenza?

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