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LE DIERON a san Pedro, tal que hoy, un día de fiesta en el calendario, pero debió parecerles un tipo de entidad relativa porque le encasquetaron en su fiesta a otro santo con el que tuvo sus celos y sus distancias, Pablo de Tarso. Durante mucho tiempo su fiesta fue de guardar, hasta que hace unos treinta años una patronal con galera y unos sindicatos sin calzones apearon al día de la vacación y lo montaron en el tren de la productividad. Como es mi santo, me cabrea que lo hicieran laborable, pero hoy es domingo y se me sulfura menos la vagancia, aunque sigo sin entender a un san Pablo uncido a este día. ¿Qué hace aquí echándole la jamosta del yugo a un Simón al que llamaron Piedra base, el cimiento de la Iglesia?... ¿Y qué le sucedería a san Pablo para pasar de perseguidor contumaz y chivato irredento a converso y furibundo doctrinario? Un golpe en el tarro es siempre un boleto para la transtornación aunque ocurra a las puertas de Damasco, pero no tanto. Deslumbrado por una luz -dicen los textos- se cayó Pablo de Tarso de su caballo (¿bayo?) y dio con la mollera en el empedrado (¿desprendimiento de retina?) y días después salió del trance, la ceguera y la escalabradura con la personalidad confundida, desdoblada o vete a saber. ¿Qué vio; qué verdades tan contrarias a las suyas se le revelaron en el estacazo?... Si perseguía a los cristianos con odio cerval y al final no sólo les comprende, sino que hace suya su causa más radicalmente que ninguno de ellos, ¿puede hablarse de un «síndrome de Damasco» como precedente del de Estocolmo?... Controvertida fue la figura del de Tarso. Era un ultrahebreo de fondo sur, un poli de porra y leña, pero acabó en el palco de autoridades; o en el púlpito, sentenciando más que todos los apóstoles juntos (que no era gente instruída y olían a peces). Debió pensar que los evangelios estaban incompletos y les embutió más doctrina, interpretación, soflama... Ya es osadía. Pero atrae un aspecto de este santo: fue el primer cura obrero. No quería vivir de la ofrenda que se da al santón ni de limosna al santero y tejía pelo de cabra para ganarse el sustento (ese olor repele y le hablaban a dos metros). Al final ocurrió que san Pedro sería la piedra base, pero, por dormirse, sólo san Pablo sería columna y catecismo.

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