Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Mi yugo y mi carga

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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«Un religioso alemán me decía recientemente que aquello que los fieles piden de la predicación dominical es que les ayude a vivir, que contribuya a darles el aliento y la fuerza que tanto necesitarán durante la semana. En la nave de la iglesia hay cada domingo una gente como aquella de la que se compadecía el Señor. Unos hombres y mujeres que llevan encima, aunque tú no lo veas, una cruz, cada uno la suya. Y que te piden que tú les ayudes a llevarla. Con la fuerza de la palabra únicamente. Pero no de la tuya, sino de la de Dios. De ti esperan eso» (Fragmento de «Misa Dominical»). Se han hecho muchos comentarios a este fragmento del Evangelio, reducido con frecuencia a las exequias de adultos. Me sigo quedando con lo que dice San Agustín en su Sermón 96: «Duro y pesado parece el precepto del Señor, según el cual quien quiera seguirle ha de negarse a sí mismo. Pero no es duro y pesado lo que manda aquel que presta su ayuda para que se realice lo que ordena.. Y es verdadero también lo que dijo el mismo Señor: «Mi yugo es llevadero y mi carga ligera». El amor hace que sea ligero lo que los preceptos tienen de duro. Sabemos lo que es capaz de hacer el amor. Con frecuencia este amor es perverso y lascivo. ¡Cuántas calamidades han sufrido los hombres, por cuántas deshonras han tenido que pasar y tolerar para llegar al objeto de su amor! Si, pues, los hombres son tales cuales son sus amores, de ninguna otra cosa debe preocuparse uno en la vida, sino de elegir lo que se ha de amar. Estando así las cosas, ¿de qué te extrañas de que quien ama a Cristo y quiere seguirlo, por fuerza del mismo amor se niegue a sí mismo? Si amándose a sí mismo, el hombre se pierde, negándose se reencuentra al instante». El santo obispo de Hipona tuvo una vida apasionada que le sembró vanas inquietudes en el corazón y le hizo caer en la cuenta del ansia de una Verdad para reposar espiritualmente. Él buscaba, sentía la necesidad de conversión, pero su corazón regateaba con Dios. La experiencia de nuestro héroe de la santidad manifiesta los sentimientos de los corazones humanos de todas las épocas. Todos los hombres están en proceso de búsqueda. Todos querrían un punto que sostuviera y unificara el haz de los sentimientos y deseos. Uno se da cuenta de que hay una búsqueda de la felicidad, de la verdad y del sentido. Pero no siempre la gente acierta a encontrarlos. Para el cristiano solo hay una carga: el Evangelio de Cristo, la carga de su palabra y la carga de su amor. Si analizamos las leyes vigentes hoy en la Iglesia, quizá encontraríamos muchas, muchísimas cargas, que no son tan indispensables. La palabra es yugo, porque te llevará adonde tú no quieras; pero es yugo suave, porque te llena de fuerza para querer lo que no quieres e ir adonde se te pida. Es yugo, porque te hiere; pero es yugo suave, porque te hace crecer. El amor es el peso menos pesado. Es peso, porque te fuerza, porque echa sobre ti los pesos de los otros, porque te compromete, te responsabiliza y, a veces, te tritura. Pero es el peso menos pesado, porque te regala una energía inmensa, porque es más fuerte que la muerte, porque así te sientes feliz y gratificado. Que eso es la importante en la vida del ser humano. 1397124194

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