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Omaña, aula de fitoterapia Ángeles modorros

El curso de verano de fitoterapia que se celebra por tercer año en Villablino elige una ruta por Omaña para el reconocimiento de las plantas medicinales

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A. Gaitero PEDRO GARCÍA TRAPIELLO - omaña
León

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Divulgar el uso de las plantas con fines curativos y diferenciar lo que son plantas medicinales in situ de preparados terapéuticos a base de plantas es el objetivo del curso de fitoterapia que, por tercer verano consecutivo, se celebra en Villablino y que dirige la profesora de Botánica de la Universidad de León, Carmen Pérez Morales. Para la sesión práctica de recogida de plantas medicinales eligieron una ruta por Omaña, entre los pueblos de Villar de Omaña y Omañón, surtida de hierbabuena, mielenrrama, senecio jacobea o hierba de Santiago, selidonium y viola... que fueron las plantas seleccionadas, entre otras muchas, para ensayar al día siguiente la preparación de infusiones, aceites, pomadas, maceraciones, destilación de esencias, emplastos y cremas suavizantes. Pero, sin duda, la estrella de la jornada fue la Digitalis Purpurea, conocida popularmente como dedalera o digital que salpicó el camino con sus llamativas flores rosas. La dedalera, de la que es bien conocida su peligrosidad tóxica, es fuente de digitalina, un tónico cardíaco que se utiliza para la elaboración de la Digoxina, medicamento de uso muy frecuente entre pacientes coronarios. El curso de fitoterapia forma parte del programa de Universidad Carlos III de Madrid, la Universidad de León y el Ayuntamiento de Villablino en colaboración con la Fundación Sierra Pambley y es uno de los más concurridos de este campus estival. La mayoría del alumnado procede de Madrid, incluida una leonesa de San Cipriano del Condado que participa en el programa de mayores de la Universidad Carlos III. Villablino acogió la semana pasada otros dos cursos, uno sobre productos de calidad como elementos de competitividad, dirigido por la profesora Cristina Hidalgo y otro sobre derechos humanos y globalización a cargo de Enrique Javier Gutiérrez. Las antiguas escuelas de Sierra Pambley en Laciana recorrerán a partir del lunes los ámbitos de la tradición oral, en un curso que dirigen el coordinador de El Filandón, Alfonso García y el escritor José Luis Puerto, y también profundizarán en el género negro en la literatura y el cine, bajo la dirección de la profesora de la ULE Natalia Álvarez. AL ÁNGEL de la guarda a quien se le muere el niño que tenía que custoriar ¿le despiden?, ¿le disuelven en la nada del cosmos?, ¿le dan otro empleo?... Y a los ángeles de los niños que murieron en el mar de Almería en una patera a la deriva ¿les abrieron expediente?, ¿son gajes del oficio?, ¿qué cara se les ha quedado?, ¿sentirán pena o vergüenza?... Chi lo sa... Esa noticia de niños muertos arrojados por la borda de una patera hinchable conmocionó y nos dejó petrificados. Nueve niños... y cinco adultos, peaje de catorce muertos que la Parca transbordó desde la zodiac emigrante a la barca de Creonte. No muchas madres saben lo que es morírseles un hijo en brazos, poco a poco, pero todas lo imaginan, lo temen, se conduelen y se espantan porque un trallazo de terror les congela el pecho subiéndoles a la boca un sabor de hierro oxidado. Esas gentes africanas habían pagado un potosí para morir en un cascarón que alguna providencia tuerta dejó al pairo, ahí donde se comprueba que, ciertamente, el mar es infinito cuando pasan los días y nadie aparece, ni un barco a la vista, abatidos en su desesperación y con un sol de soplete que convierte los sesos en carbonilla. El trabajo de esos ángeles modorros era sólo guardar a esos niños y llevarles a la edad madura donde quizá les aguardaran otras muertes. Pero les han fallado. Se aburrían o se durmieron. Uno a uno murieron esos críos. Y sus madres se mordieron los puños ahorcando el respirar para morirse también ellas de pura pena puñal cuando hubo que arrojarles al mar para que les diera una sepultura imposible y una devoración cierta. Han pasado unos días y aún se nos hacen las tripas abismo recodando la tragedia. Y la pregunta es campana: ¿por qué a esos niños?, ¿dónde estaban sus ángeles, en qué nube fresca sesteaban cuando les rondó la fatalidad?. ¿qué les hizo merecer la muerte?, ¿quién lo ordenó?... Las preguntas no son mías. Las hicieron sin duda sus madres. Yo sólo pregunto al viento y a los que mandan por qué siguen empedrándose de muertos los caminos que llevan a los miserables hacia donde amanece el pan. Habrá que rogar al cielo que a esos ángeles no les manden jamás una misión con niños en una eternidad y media.

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