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Desafío extremo Sudáfrica (5)

«Está aquí, es unabestialidad»

Creíamos que no veríamos el tiburón blanco, pero ahí está: tengo ante mí al más letal de los depredadores, casi roza la jaula, me mira con su ojo de color azul...

Publicado por
Jesús Calleja
León

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Desde la ultima crónica el tiempo ha continuado siendo horrible. Empezamos a asumir que regresaremos a España sin ver el gran tiburón blanco. Pero todo tiene su momento. El 9 de julio empieza a despejar y el día 10 las olas parecen haber rebajado su furia. Llamamos a JP y nos comenta que no es razonable salir en nuestros barcos, pero que hay un capitán que no perdona y que saldrá con turistas. Hartos de estar en tierra, nos subimos para tener el primer contacto con el blanco. Somos 14 en el barco más grande de esta localidad, que se dedica a enseñar el tiburón blanco. Partimos con un oleaje fuerte y la mitad del pasaje se marea a las primeras de cambio. Cuando fondean la embarcación y apagan los motores nos movemos como peonzas y no podemos dejar de sujetarnos con fuerza. Lo primero que hacen es cebar el agua con una sopa de pescados, vísceras y otras «delicias olorosas», para atraer al tiburón blanco. En poco más de diez minutos acuden algunos ejemplares de unos tres metros; sólo verlos es espeluznante. Los vemos mal, porque el agua está removida y hay una pésima visibilidad. Imposible intentar una inmersión este día. Lo único que vemos son hombres y mujeres asomados a la borda echando el desayuno. Todo el mundo quiere regresar a puerto. Al llegar a puerto decidimos que mañana emplearemos por primera vez nuestro barco. Será sólo para nosotros; Karlos, Óscar, María, Emilio y yo. Pero existe un problema con el que no habíamos contado. Los días que teníamos reservados para bucear fuera de la jaula con los tiburones blancos han expirado. Ahora no tenemos permisos y eso, aquí en Sudáfrica, es sagrado. Se conceden muy pocos, por el altísimo riesgo que entraña, y además no quieren que nadie bucee a 60 kilómetros alrededor para que no expolien una concha llamada «abalon», que es una exquisitez en los mercados asiáticos por su sabor y porque, estúpidamente, dicen que posee propiedades afrodisíacas. En pocos años han esquilmados estos moluscos con pesca ilegal. Es realmente un gran problema. Absurdo, pero insalvable. De momento, salimos rumbo a unas islas cercanas, las Dyer, donde hay una enorme colonia de leones marinos, que es la principal comida del gran tiburón blanco. Fondeamos y echamos el cebo, de pescados, sangre, etc.. De la nada aparece, sin que hayamos apagado los motores, una hembra inmensa, de más de cuatro metros. Rápidamente echamos la jaula. Una vez afianzada y en mitad de un vaivén que tumba al más experto, nos metemos Óscar y yo en esta jaula. Vestimos trajes secos y respiramos con dos reguladores de aire conectados a una botella. Cierran la jaula por arriba y quedamos herméticamente atrapados. Es agobiante y claustrofóbico, y el fuerte oleaje te golpea sin piedad contra los barrotes. Al minuto aparece el «monstruo» de más de cuatro metros y unos 2.000 kilogramos de peso. Parece irreal, es impresionante verle de cerca, en el mar. Es un ser que ha dejado hace mucho tiempo de evolucionar, a pesar de llevar en la tierra algo más de cuarenta millones de años, porque es simplemente perfecto. Es el mejor de los depredadores. El más letal y eficaz. Se pasea delante de la jaula ante mis ojos. Se gira lentamente, se vuelve hacia la jaula hasta casi tocarla y me mira con su ojo de color azul. Me observa, se para y me dice que se detendrá todo el tiempo que quiera porque es el dueño y señor de esas aguas y yo no soy nadie. No tiene miedo a nada. Entiendo el mensaje: no salgas de esa jaula o serás mi merienda. Está excitado por la sopa de pescados con la que le hemos atraído. Abre la boca para morder un trozo de pescado que tenemos atado a una fuerte cuerda y de sus fauces sale «un lío de dientes», que me deja perplejo. Es una bestialidad. ESCRIBE: Siga la aventura en: www.jesuscalleja.es

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