Diario de una aventura Desafío extremo Sudáfrica (8)
¡Está aquí, pero no lo vemos!
Ha sido increíble. Allí mismo, una vez en la embarcación, juramos que volveremos a intentarlo: queremos ver al tiburón blanco de cerca y sin jaula; él sí nos ha visto
Se adueña de nosotros la incertidumbre y el pesimismo, pues es nuestra ultima oportunidad, ya no hay mas días. Esperamos en la barca a que el cebo surta su efecto, pero no podemos ver si el tiburón está o no pues la visibilidad es tan mala que no vemos qué pasa abajo. La lógica es la retirada, y más cuando estamos en el mismo lugar donde ya ha desaparecido un buzo atacado por el tiburón blanco... Es terrible la situación y la tensión generada. Hablamos de marcharnos y terminar con esta locura, pero en el último momento decidimos que nos sumergiremos en estas aguas verdes y sin visibilidad. Lo haremos allí mismo, sin buscar la protección del bosque de algas de kelp, pues al no ver nada nos re sultaría muy difícil encontrar el punto donde tenemos el cebo. La cosa se está complicando mucho: ¿Qué pasa con el mínimo de seguridad de los ocho metros?, ¿y lo de bajar al fondo metidos en el bosque de algas de kelp? No hay respuesta coherente, la decisión está tomada y sin mirarme, cada uno se prepara con todos los pertrechos de submarinista. No hay alternativa: o me quedo y tendré que aguantar la coña de mi «acojono», o me tiro con ellos. Decido tirarme, creo que yo también he entrado en ese frenesí de la sin razón; a los pocos minutos estoy listo. Todos estamos preparados, con las pértigas de defensa, las cámaras y focos para iluminar, pues no se ve casi nada. Uno, dos tres, ya estamos en el agua. Me entra el pánico, pienso que en cualquier momento aparecerá desde el fondo y me morderá. Empiezo a actuar sobre mi chaleco de flotabilidad, abro la válvula del traje, y empiezo a descender, menos mal que tengo siempre a mi lado a Karlos, Óscar y María, mientras JP va delante oteando, al menos pienso que se comerían a él primero, antes que a mí. ¡Qué consuelo más estúpido!. Seguimos el descenso, sin apenas visibilidad, todo son partículas verdes de plancton alrededor, y los rayos del sol entran haciendo unas formas muy curiosas al reflejarse; son como rayos que empiezan de color verde y hacia al fondo ya son negros. Seguimos el descenso, quiero llegar al fondo lo más rápido posible, dicen que allí no suelen atacar, pues lo hacen de abajo arriba. Increíble, veo el fondo y no hay apenas visibilidad, el tiburón puede estar al lado nuestro y no lo veríamos. Comenzamos a bucear en círculo para protegernos, JP, toma la delantera y, muy despacio, avanzamos hacia el cebo de pescado y sangre. Una vez localizado, vemos decenas y decenas de langostas que se están dando el festín. Pronto vemos a un tiburón gato y otros tiburones pequeñitos que se enroscan, también hay avalons, es lo único que podemos distinguir. Creo que todos nos damos cuenta de la insensatez que estamos cometiendo y, aunque no podamos comunicarnos debajo del agua, JP, el más experto de todos nosotros, nos hace la seña de subir, de subir inmediatamente. Los tiburones blancos pueden estar muy, pero muy cerca de nosotros y no les estamos viendo; es un peligro mortal. No hacen falta demasiadas señas, damos el OK, y para arriba. Es el momento mas arriesgado, puede venir el jaretón de abajo a arriba en cualquier momento, y sobre todo en superficie es el momento crítico: subimos de uno en uno y mientras subimos, vamos aflojando todos los «clips» del equipo para saltar al barco lo mas rápido posible. Subo como un cohete con el miedo metido hasta el ultimo poro; llego arriba y prácticamente me sacan en v olandas del agua. Doy gracias por estar vivo, pero quedan mis compañeros que van saliendo uno a uno. Ya estamos todos. Nos miramos y adivino que estamos felices de estar enteros, Ha sido una experiencia increíble. ESCRIBE: Siga la aventura en: www.jesuscalleja.es