Diario de León

Desafío extremo Sudáfrica (9)

Del tiburón al caza de combate

Para despedirme de Sudáfrica acepto el reto de volar en el «rayo eléctrico», un caza preparado que puede alcanzar tres veces la velocidad del sonido: una salvajada

Publicado por
Jesús Calleja
León

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Tengo que quemar la adrenalina acumulada tras la búsqueda del tiburón blanco. De regreso al aeropuerto quedamos con unos tipos que tienen un tinglado muy curioso: un hangar en el aeropuerto con unos aviones de combate que han reconstruido y preparado para poder volarlos. Acepto el reto de volar en el caza de combate más rápido y radical de toda su colección. Llegamos a Ciudad del Cabo, y nos dirigimos a un lugar llamado Thunder City. Me encuentro con estos sudafricanos que sienten auténtica locura por la velocidad y las acrobacias. Son expertos pilotos de combate y han preparado los aviones para llevarlos al límite. Les cuento que vengo desde España y trabajo en un programa de televisión en el que hacemos desafíos por todo el mundo y que he decidido probar el suyo. Se echan unas risas porque me ven pequeño y muy decidido; me dicen que si quiero emociones fuertes, las tendré en el avión English Electric Lightning, traducido algo así como el «rayo eléctrico», y me sorprenden diciendo que, si tengo lo que hay que tener, no utilizaremos el traje «anti-G», un sistema que te protege de las brutales aceleraciones y que se acoplan los pilotos de combate para poder soportar las fuerzas de gravedad que se multiplican exponencialmente a medida que las maniobras son más bruscas. Yo, inconsciente, digo que acepto el reto. Por fin conozco a Mike el que será mi piloto y dueño del tinglado. Es un tipo curioso al que todo el mundo respeta pues su currículum es increíble; charlamos un buen rato y me dice que muchos artistas americanos han venido a probar estas sensaciones, y lo normal, me enseña un video, es que la gente pierda el conocimiento y vomite si se vuela sin el traje anti-G, pero que ahí esta el más difícil todavía. Me impacta el «pedazo de pepino», un caza inglés que batió en su época todas las marcas conocidas de velocidad y aceleración: puede alcanzar casi tres veces la barrera del sonido y acelerar en vertical a 55.000 pies minuto. ¡Una salvajada! Me instalan en el asiento eyector cierran la cabina, y rodamos a cabecera de pista. Según acelera me doy cuenta en qué lío estoy metido, pero la sorpresa viene cuando tira de la palanca y asciende en vertical a toda potencia: volamos con una aceleración de 55.000 pies minuto, ¡sin traje anti-G!; el cerebro, literalmente, se me va para atrás. -No lo puedo soportar me digo, Mike está esperando que le mande parar, pero antes muerto que tirar la toalla... -Sigo aguantando. Ahora mi cuerpo por las fuerzas «G», pesa unos 400 kilogramos. No me puedo mover; ascendemos más, el cacharro puede sobrepasar los 20.000 metros de altura. El piloto para los motores, el avión empieza a retorcerse y caemos dando vueltas para todas partes. Parece que vamos sin control y nos vamos a estrellar, pero no son más que las tretas de Mike. Cuando parece que nos aplastaremos contra el suelo, acelera de nuevo y empieza a hacer toneles, giros, vueltas de 360º, una locura detrás de otra. Me pongo amarillo y luego azul. Empiezo a darme cuenta de que me voy a desmayar, recuerdo lo que me decía: que me desmayaré, y me fastidia que vaya a tener razón. Creo haberme desmayado al menos tres veces, pero dos o tres segundos, justo cuando los «G», son tan brutales que nada se puede hacer y te desmayas. Menos mal que llega el momento de aterrizar. Tomamos tierra sin problemas. Mike que es muy parco en palabras me dice: «tipo duro», he soportado todas sus torturas. Me toca regresar, han sido increíbles las experiencias en Sudáfrica, yo diría que diferentes a todo lo que he hecho hasta ahora, pero muy pronto estaré metido en otros líos. ESCRIBE: Siga la aventura en: www.jesuscalleja.es

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