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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ESTO PUEDE parecer una lección de economía, o un apunte para el mejor conocimiento de la gobernación de una familia o una ciudad o una monarquía, o lo que mejor conviniera para el entendimiento de la actual situación de este poblado nuestro que se nos va de las manos. Y nadie parece disponer de los resortes o mejor de los recursos para enderezar la situación. La España democrática y sensual, la España del football y de las fortunas milagrosas, la España de los chantajes, de las malversaciones, de las manipulaciones, de los dineros del común y de todos los demás dineros que se nos ofrezcan de fácil dominio, se está desintegrando, se nos va por las costuras, que dice la abuela. Y nadie parece saber cuales pudieran ser los modos mediante los cuales se pudiera enderezar la torcida ruta en la que estamos perdidos. "Dicen los unos que España está tranquila, que no tengamos miedo¿" pero se sube el pan. Los otros dicen "la guerra nos conviene pero al sonar un tiro escapan como el can". Así cantaba hace un montón de años en España, cuando efectivamente había libertad y conciencia de que alguien o algo entre misterioso y penal se estaba produciendo que nos lleva a la derrota total. Y a nadie, ni siquiera al viejo de la solana que tiene fama de sabedor de cosas, aciertan a dar con el resorte misterioso mediante cuyo uso quizá, quien sabe, tal vez, pudiera dominarse el tifón económico que amenaza llevarnos por los aires. Pues bien a la mano lo tienes, galán, -replica el sabio rural-, si de verdad queremos solucionar el gravísimo problema de la ruina anunciada: Bastaría con recortar todas las atribuciones, regalías, emolumentos, fichas y soldadas, aparte de las subvenciones o atribuciones, como retribución legal, de tal manera que se establecieran los equilibrios éticos y democráticos que toda sociedad civil y civilizada exige para establecer las líneas económicas justas y necesarias ente los unos y los otros; bastaría con recortar los emolumentos fantásticos con que se cubren las espaldas los inútiles estadistas y economistas, para que los sobrepesos de una parte de la sociedad frente al hundimiento anunciado de la otra parte contratante adquiera estabilidad, normativa y equilibrios. Por ejemplo, que los señores gobernantes no obtuvieran más ganancias que los que merecieran y la sociedad exigiera para regular los ritmos económicos del país. Sería suficiente con que la Casa Real se conformara con menos; que los ministros no se creyeran monarcas o déspotas elegidos por la ignorancia del común de los vecinos; y finalmente que los profesionales de algunos juegos no se convirtieran en ávidos e insaciables maestros de la manipulación de las bienes generales; que los gobernantes no permitieran que un corredor o un jugador de pelota consiguiera en una jornada la cifra de euros que la Sociedad en peligro necesitaba para salvarse¿ Y al final de este sano ejercicio de sanidad de una sociedad tirando a corrompida, podríamos gritar con alegría. ¡Viva Pérez de Guzmán!