Diario de León

CORNADA DE LOBO

Colchoneta meada

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UN flecha en un campamento, chischís, la colchoneta meó, chiribiribí, chiribiribó... ¿Sabéis de dónde era el flecha?... chischís... el flecha era de León, chiribiribí, chiribiribó... (la fama y la fatalidad nos preceden). La España de flechas meones, pelayos de pantalón corto y mandos de correa larga lo cantaba así en aquellos veranos de campamentos que sólo tenían dos caras: o eran de la Oje con capellán o eran de capellán sin Oje (en estas acampadas colegiales o parroquiales se cantaba el «qué buenas son las madres ursulinas» o el «porque no sabemos el bien que se nos hace en esta santa casa»). De todos estos campamentos y sus arengas me libré. Es lo que tiene ser nueve hermanos; el campamento lo tienes en casa. Los de La Vecilla y Boñar eran de lona grandona y algo cuartel, mucho izar bandera, mucha formación y consigna con berbiquí, cantimplora con sapo y a rezar por los caídos, uniforme, filas, escudilla de aluminio, navajina, cancionero marcial, soy almogávar, yo tenía un camarada... y una y otra vez, vuelta al flecha del campamento que meaba colchonetas. Eran más raros y escasos los campamentos de boyscouts. Llegaron más tarde. Iban mucho de movimiento internacional y algo pijos... asociados por lo general a centros religiosos o movimientos diocesanos (de otra forma, no los hubiera consentido el franquismo). Pero murió Franco y hubo entonces campamentos de todo, ciudadelas de lona para dar y tomar, campamentos públicos y privados, de sindicatos o parroquias, de ayuntamientos... campamentos de partido, de asociación, de toda índole colectiva, de colegios... campamentos azules, rojos, fucsias o lilas, de treinta o de doscientos, de pago o con subvención, de menú cutre o con caballos, de uniforme caro o con camisetas de caridad... y campamentos mentira que no son acampada, sino estancia bajo techo, casona, albergue, residencia... Sin embargo, bajo lona, naturaleza y gente son cosa distinta, algo ancestral y auténtico, un rito de aire libre que nos recuerda la noche del hombre haciendo corro de chozas para redondear la tribu en una sola cosa. Por eso, alguna vez en la vida hay que acostarse unas noches sobre el lomo de la tierra para saber cómo laten las raíces y escuchar las peroratas del agua susurrada.

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