«Boca que come miel no escupe hiel»

No es dificil situarnos en un tiempo en el que el sabor dulce era todo un privilegio, una excepcionalidad; para algunos un puro sueño. Así, los colmenares se convirtieron en «fortalezas» de altos muros de adobe o piedra -según lo exigiera el territorio- que guardaba celosamente el ambarino tesoro de las «moscas». Alrededor de la miel y la cera se tejieron -en especial en algunas comarcas- redes económicas de cierta importancia. Todo ello, queda minuciosamente descrito en la obra Colmenares y colmenas, de Fidela Pérez Castro, que mañana entrega el Diario de León dentro de su completa Biblioteca Leonesa de Tradiciones al precio simbólico de 1,80 euros. Se trata del libro número 20 de esta excepcional colección que reúne, en 25 libros que se ofrecen cada sábado , esta irrepetible colección. En las últimas décadas, la preocupación por el patrimonio cultural leonés es evidente. Si la vivienda, en las construcciones populares, es la pieza clave y ha sido el objeto básico de estudio, no debe olvidarse que existen otras construcciones tradicionales, ajenas o no a la residencia familiar. Entre ellas, están los colmenares, elemento básico de la economía rural en épocas recientes. Los colmenares están presentes en la totalidad de nuestros núcleos rurales. Hoy, son pocas las familiar que poseen algún colmenar pero aún queda en la mente de nuestros mayores los lugares donde se asentaban, cómo se recolectaban los productos, cómo se transportaban y cómo se utilizaban para múltiples usos. Fidela Pérez Castro es estudiosa de la etnografía y el folclore del noroeste de la Península, sus investigaciones se han centrado en la arquitectura tradicional (cortines, palomares, pozos) y en las creencias populares (capillas, petos de ánimas) . Además, es socia fundadora de ProMonumenta.