Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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LOS DEMÁS no llevamos nada. El planeta se dispone a echar una partida a los chinos con China, extendido juego que se basa, como todo el mundo sabe a la hora de los vinos en el Barrio Húmedo, en tácticas y estrategias de despiste. Pistas en los juegos olímpicos de Pekín las hay a manta y eso es lo que precisamente debería preocupar al resto de las naciones, incluída la catalana, donde se paga a escote. La pela es la pela, pero ojo los de Sabadell, que se dejen de telares con el Estatut porque vienen los de todo a cien. Aquel refrán de márketing según el cual el buen paño en el arca se vende ha pasado a la historia. Y quien dice el paño de Tarrasa dice la juguetería de Ibi, los coches del puerto franco de Barcelona, el petróleo, la luna en verso, en fin, del bienestar. Y no son cien, sino mil y pico millones de chinos vendiendo rollitos de primavera que parecen baratos pero que a Occidente se le van a hacer un nudo en el estómago. Nadie que por comer barato haya ido a un restaurante chino estará en condiciones de desmentirlo. Las nuevas olimpiadas son también un escaparate todo a cien para vender en chino. Y de momento los jerifaltes de aquella gigantesca dictadura han preparado con su proverbial paciencia y meticulosidad amarilla un tinglado proporcional. «Te han engañado como a un chino» era otro refrán de por aquí que ha caído igualmente en desuso y, si no, que les pregunten a los comercios leoneses de ropa y bolsos de marca cocodrilo , levis o no les ves, bolsos tous para todo quisqui y chanel 5 para rubias cuarentonas del rastro y a rastro de Marilyn Monroe, todo falso, pirata, robado o las tres cosas a la vez. Así que los chinos han movilizado a millones de policías de vigilantes y oblícuos ojos, de hasta trescientos sesenta grados y más, para garantizar que todo se vea bien por televisión-mano de obra es lo que sobra allí- y tienen restringidos, por seguridad, los vuelos extranjeros, de palomas mensajeras y hasta de las cometas. El por qué de esto último lo sabrán ellos, que inventaron la polvora, mientras aquí tiramos cohetes para festejar lo suyo. Del mismo modo, han prohibido comer carne de perro y escupir en el suelo. Lo primero pase para nosotros los demócratas, le dije ayer al mío, que casualmente es un can de raza pekinesa y se llama Canito, pero lo segundo huele a dictadura tercermundista, lo mismo que la recomendación a los atletas españoles de que, llegados a la tierra del Gran Kan, hagan lo que Marco Polo: limitarse a comerciar medallones de oro, plata o bronce y no discutir de política. A uno le recuerdan los antiguos letreros de las tabernas franquistas, aquellos de «se prohibe hablar de política, escupir en el suelo, blasfemar y cantar, aunque sea bien». Se atribuye a Napoleón en los comienzos del siglo XIX que cuando China despierte sería mejor apartarse, porque una retirada a tiempo es una victoria. No muchos años después media europa escribía sobre «el peligro amarillo» sin que nadie barruntara las olimpiadas de estos días. Otra cosa es que este tipo de profecías acaben cumpliéndose a la larga, porque lo bueno que tiene la humanidad es que sólo las registra a posteriori. Uno, que es excéptico por naturaleza, cuando ve en la televisión los rascacielos de Shanghai, Hong Kong, los de de la ciudad olímpica o los de las ciudades prohibidas, antaño sólo había una la de «El último emperador», por cientos mostrando aquel inmenso país, no puede menos que poner en duda el modelo de sociedad que han inventado entre el capitalismo salvaje y el comunismo más animal. Otra de despiste. Servidos lo que más admira de los chinos, como Yul Brynner, cuando rodó 55 días en Pekín en la guerra del opio, quién la pillara, es su capacidad para despistar a las embajadas y parecer menos de los que son. Cada vez que cruzo la acera de un todo a cien nunca me aclaro de si pasan cien chinos o es el mismo chino que pasa cien veces. Calculo que lo sabremos después de las olimpiadas, cuando cuenten lo que hay los pocos chinos que se atrevan a contar algo. El colega de aquí que se atreva, a su vez, a contarlo, ya tiene un título fantástico, por lo demás clásico, centenario y de Julio Verne, nada menos que Tribunaciones de un chino en China . El mundo va a estar dos semanas embobado en la caja tonta. Luego vendrá, después de la publicidad, la venganza del chinito, que tiene, entre otras patentes la del afamado tormento de la gota de agua. Al principio y en agosto te sienta bien en la cabeza y lo agradeces hasta en la camiseta por lo del calentamiento global y de la crisis, pero a la larga y poco a poco la gota de agua lo perfora todo y ese tormento no tiene precio. A ver si se entera Solbes: las camisetas a un euro y el barril de petróleo, con el tiempo, a doscientos dólares.

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