Diario de León
Publicado por
ROSA VILLACASTÍN
León

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SÓLO EN UNA OCASIÓN coincidí en una fiesta con una señora que llevaba mi mismo traje. Fue una situación surrealista: ella me miró como si se hubiera dado de bruces con una marciana, y yo como si viera a mi gemela reflejada en un espejo de los que debido al paso del tiempo nos devuelven una figura distorsionada, ni mejor ni peor, diferente. Razón por la cuál opté por tomármelo con sentido del humor, y acercándome a la susodicha le dije que debíamos hacernos una foto para enviársela a Purificación García, la diseñadora. La señora, muy señoreada, ni siquiera me contestó, simplemente me miró de arriba abajo, dio media y vuelta y se marchó. Divertida por una situación tan insólita, comprendí la importancia que algunas personas dan a esos pequeños detalles. En todo quieren exclusividad: en la moda, con los amigos, en los restaurantes, y hasta con los ex novios o ex maridos. Una anécdota que recupero después de ver unas fotos que reproduce la revista Diez minutos y en las que aparecen Maria José Campanario y Belén Esteban luciendo idénticos 'triquinis'. Conociendo a Belén, imagino el globo que se habrá cogido después de ver las fotos que sólo se diferencian en el color y, claro, en el cuerpo de cada una de ellas. La sola idea de enfrentarlas me parece un hallazgo. No voy a entrar a valorar a quién le queda mejor, quién tiene las piernas más bonitas, pero sí en el gesto que lucen cada una de ellas y que son una radiografía bastante fidedigna del carácter de ambas. A María José se la ve relajada, distendida, saliendo del agua con naturalidad, más pendiente de los juegos de sus hijos que de poner posturitas por si acaso le están haciendo fotos. La Esteban en cambio sale del mar con el ceño fruncido, malhumorada, sola frente al mundo. Nada nuevo. De ahí que una de las cosas que más me llama la atención de esta chica es cómo teniendo tantas papeletas para ser feliz, no lo es. ¿Por qué? Porque se quedó colgada de una relación, de un momento de su vida -cuando conoció a Jesulín y pensó que sería una relación para toda la vida-. Algo que no ha superado y que le impide ser feliz. El virus que padece Belén no es exclusivo, lo padece mucha gente que no se resigna a perder algo que creía suyo, sin darse cuenta que todo tiene fecha de caducidad, incluso la propia vida, de manera que yo le recomendaría a la madre de Andreita que se relaje y disfrute.

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