Diario de León

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SI CAMBIAS de religión, búscala lejos. Las religiones de cerca no suelen estar bien vistas... y son las más combatidas. Su vecindad es irritante. Lejos, pues. En este caso, los dioses asiáticos, tan exóticos ellos, son los idóneos... y lo chic. Se toleran. No son peligro. A nadie le asusta o le inquieta tener un cuñado que vaya de budista porque todo se limitará a posturita y cuatro citas. Otro tanto: suelen tenerse por gente pacífica y bondadosa, más inclinados a la mística y a la gimnasia rítmica que al fútbol y al chuletón de buey. Leonard Cohen, por ejemplo, va de budista sin perder pelo en la gatera; él busca indagar, encontrarle un alma al bicho, un origen a las cosas y un por qué está ocurriendo lo que ocurre. También es cierto que sobran los que fueron hippies y hoy burguesetes que hacen un retiro de fin de semana al año en una masía budista catalana y leen no sé cuántas cosas de filosofías orientales, de la profundidad de lo zen o le dan siempre la misma vuelta a la elemental y genial simpleza del ying y el yang... y además se obligan a darte cuenta de todo ello si te caen al lado en una cena. Los fundamentalistas, y más los conversos, son así, un peñazo en lata. Pese a todo, hazte budista si ves que tal. Pero seréis dos...y el gato lama. Tampoco está mal: pocos, pero convencidos, con ese impulso vitalista y tercamente proselitista que tienen todas las religiones en sus principios. No se te ocurra, sin embargo, decirle a la familia o al correveidile del trabajo que te está empezando a convencer la doctrina musulmana, ni les pretendas tranquilizar asegurando que cualquier teólogo católico suscribe y comparte lo fundamental del Islam y numerosos aspectos medulares de su Corán. Aquí lo de musulmán sigue sonando a sarraceno corrupio y a bombazo afgano. Tampoco te hagas protestante, testigo, evangelista, mormón... Dice tu tía Rolindes que sus iglesias son almacenes o garajes y están llenas de inmigrantes y gitanos. En fin, cambiarás de religión, pero no de arrodillarte. Y en contra de lo que dicen obispos o Sarkozys, que habla del desierto espiritual que asola Francia y lo occidental, en esta vida secularizada, perramente capitalera y hedonista, sigue habiendo mucha religión y tropel de dioses nuevos, aunque creyentes consecuentes no serán nunca un diez por ciento.

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