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ESTA ciudad tuya que se vende como capital de congresos ¡es la primera! (por la cola) entre las ciudades que apuestan por lo mismo. Carrerón hacemos, de fondo, tocándolo. Vergüenza dio confirmar estos extremos en lo que publicaba este periódico hace días. Hay menos actividad congresual cada vez. Se pira el congreseo a otras ciudades (mira tú y no veas), pero vas a hacerte, oh lorito imitador, un pedazo palacio de congresos que romperá la pana... y la cartera. ¿Cuánta millonada dices que devorará el proyecto?... ¿Y?... Lo haremos abrazado a la vieja azucarera, aquella que era un panal para las moscas (¿y si vuelve a serlo?). Resumido: se nos muere el burro de los congresos y le ponemos cebada al rabo, pero en gran urna de cristal, como un escaparate bestial, que es lo que más fascina a la gente de las ciudades con mucha tienda y sucursal. A todo esto, ¿preguntó alguien en las ciudades que nos ganan por la mano levantándonos liebres qué es lo que encuentran en ellas quienes montan congresos, convenciones o eventos eventuales de eventualidad mediática?...¿qué suelen buscar los congresistas, qué esperan del lugar que eligen como sede?... Solamente sabiendo estos extremos se puede proyectar después una política o un contenedor-palacio para orientar sensatamente la apuesta. Lo demás puede salir flauta de la casualidad o tiro por la culata. En el proyecto del Palacio de Congresos de León ¿ha dado estos pasos el francés que lo parió y que tan guapo lo dibuja... o ha ido a su bola y a su genio? Quisiéramos tocar madera, pero el tío sólo pone cristal. Los congresos se van a ciudades con mar, lo primero; con impecable infraestructura hotelera a mano, después; y finalmente, con juerga fina, ocio firulí y algo de puterío. ¿Garantizan esto las autoridades que se han empeñado (o empreñado) en este palacio y su erección?... Lo de «palacio» les mola (y lo real fascina ahora al republicanete de posturita)... Pues ahí os va un palacio, la gran guarida donde siempre se esconden condes... ¡palacio este que es todo tejado de cristal!, con lo que acojonan los tejados así a quien se pone debajo. ¿Cuántos crímenes no habrán perpetrado en la historia las claraboyas rotas de pedrada o desencaje con cristales como guillotinas que caen del cielo al patio de luces, al corrillo?...