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El acelerador LHC tendrá como reto la búsqueda de partículas elementales

Publicado por
M. García león
León

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El gran colisionador de hadrones o LHC (del inglés, Large Hadron Collider), un imponente túnel circular de 27 kilómetros de perímetro situado cerca de Ginebra, en el Laboratorio Europeo de Física Nuclear, a 100 metros bajo tierra, tendrá entre otros objetivos la creación de agujeros negros en el laboratorio. Esta máquina experimental ha comenzado sus operaciones el pasado mes de agosto aunque, según sus responsables, todavía se desconoce si tendrá la energía suficiente para producir agujeros negros. Si fuese así, aseguran, se observarían durante las primeras mediciones, en el mes de noviembre. Su creación podría dar indicaciones para conciliar las dos grandes teorías de la física moderna: la relatividad que describe la gravitación y la mecánica cuántica que describe el mundo microscópico y que de momento no encajan entre sí. En las últimas semanas han empezado a circular por el interior de ese túnel millones de protones a velocidades cercanas a las de la luz, unas partículas que viajarán en sentidos opuestos y que, al colisionar, recrearán las condiciones que se experimentaron una billonésima de segundo después del Big Bang. Se espera que la máquina sea capaz de descubrir la existencia de algunas clases de partículas como el denominado Bosón de Higgs, cuya existencia, postulada teóricamente por el físico escocés Peter Higgs hace más de cuarenta años, aún no ha podido ser observada. El campo de Higgs es, en teoría, lo que da masa a las partículas elementales, por lo que su hallazgo supondría encontrar una pieza clave del gran rompecabezas que es la formación y el origen del Universo. El bosón explicaría por qué los objetos tienen masa. Pero su observación es muy difícil y podrían hacer falta cien billones de colisiones para que se produzca un sólo bosón. El acelerador de partículas también podría arrojar luz sobre las llamadas partículas supersimétricas que podrían ser los constituyentes de la materia oscura, cuya existencia en el universo está confirmada por efectos gravitacionales, pero sin saber de qué está hecha. Su observación permitiría formular una nueva generación de teorías del universo, más allá del modelo estándar.