A LA ÚLTIMA
Tormenta de verano
DURANTE VARIOS días mi móvil no ha dejado de sonar. De punta a punta del país me llamaban para contarme la última no, la ultísima noticia: ¿Sabes que la ministra de Justicia francesa Rachida Dati esta embarazada? ¡No!. ¿Tampoco quién es el padre? ¡Tampoco!. Ante mi ignorancia en un asunto tan aparentemente trascendental se producía un significativo silencio, roto de inmediato por la urgencia que tenían mis interlocutores de soltar una bomba informativa que les quemaba en la boca: «¡El padre es José María Aznar! «¿Quién dices que es el padre?». «José María Aznar, el ex presidente del Gobierno». ¡Madre mía, la que se va a liar!, les contestaba yo sin terminar de procesar lo que me estaban contando. Confieso que hubo momentos, por la identidad de mis interlocutores, en que pensé que la noticia tenía visos de realidad. Un viaje a París, una cena regada con un buen champagne, una mujer bellísima, muy elegante, con una historia personal que bien aderezada podía hacer las delicias del más exigente de los comensales. Pero no, inmediatamente que en Faes tuvieron noticias de la que se estaba montando, llamaron a Aznar y le aconsejaron salir al paso de una historia que circulaba de boca en boca a más velocidad que el huracán Gustav , y que amenazaba con arrasar el hogar de los Aznar. No es la primera vez que surge un rumor sobre tal o cuál político. Ya le ocurrió a Felipe González cuando dijeron que se veía en secreto con Merry, la nieta de Franco, a la que ni siquiera conocía. Se dijo hasta la saciedad de Teresa Fernández de la Vega, a la que pretendían casar sin encomendarse a Dios ni al diablo, con una señorita de Palma. Se dijo de José Bono cuando dejó el Ministerio de Defensa, porque parecía que la estabilidad de su hogar estaba en peligro debido a sus largas ausencias. Se ha dicho de Aznar porque tanto a los suyos como a los contrarios les llama la atención el cambio físico que ha experimentado el ex presidente desde que abandonó la Moncloa. De dónde salen estas noticias es difícil de averiguar porque los pirómanos no suelen dejar huellas, aunque imagino el mal trago que pasan los damnificados que no sólo les afecta a ellos sino a su familia. De ahí la efectividad de los comunicados de prensa desmintiendo lo que algunos han dado en llamar ya «tormentas de verano».