Gente de aquí | El saber acude a su lugar
El libro gordo de Gelete
Centenares de adolescentes leoneses se citan en la plaza de la Pícara Justina para participar en el tradicional mercado de textos didácticos escolares, con el popular locutor en la memoria
-«Me has dado el de Psicología de segundo, pero el de primero no» -«Señora, en primero no se da Psicología» -«No sé... ¿Y por qué está tan nuevecito?» - «¿Y usted por qué se cree que me suspendieron? (Plaza de la Pícara Justina. 13.20 horas. Extracto de una conversación real) La mañana parece animada, por lo menos en la intención. Medio centenar de puestecillos improvisados ofrecen libros de texto de segunda mano, a compradores sin cartera de primera. Por aquí ejemplares de la E.S.O. por allá diccionarios de lo otro y mucho ingenio en los carteles: «Antes los vendíamos a 10 euros, desde hace un rato sólo a 6» reza un cartel en mayúsculas, como intentando gritar más alto que el letrero de al lado, que se ve más discreto y especialmente cariñoso: «Se regalan libros de primaria: un libro por un abrazo». A lo del amor se dedica una pareja que no calza más de 15 años en los playeros pero que en materia de lengua (la de la asignatura no, la otra) sabe más que los de 30. Un par de bancos más allá, la adolescente de la sudadera con el 32 a la espalda demuestra especial gusto a la hora de combinar la ropa interior y exterior y por encima de los tejanos deja ver en todo su esplendor un tanga fosforito que pega de vicio (...) con el verde de la camiseta. Tiene futuro en la moda. La Pícara se convierte con los albores del otoño en una gigantesca biblioteca callejera. La figura perenne de Gelete sigue latiendo los días del mercadillo a escasos metros de la calle Villafranca, por mucho que los tiempos sigan avanzando, ajenos a los recuerdos y abiertos a la nueva realidad. Por eso y por la globalización mundial, detrás de uno de los puestos centrales aparece al mando una jovencita de tez mulata. (Eso, o que acaba de volver de vacaciones hace poco). A un cuarto de hora de las dos de la tarde el asfalto se llena de adultos. Es la hora de cerrar el garito -el de la inmobiliaria no, ese sigue a lo suyo- y cuando toca recoger se agradece la colaboración de papá. «Yo he vendido por lo menos seis», explica orgulloso un metro y medio de estudiante con gorra. A la reencarnación de Fred Astaire en versión de alumno de bachillerato no le preocupa tanto el saldo del día, sólo que no se le mueva el sombrero que luce ¿combinado? con unas deportivas azules. Es septiembre, los cantantes del suspenso asoman al escenario a hacer el bis. ¿Quién quiere estudiar habiendo mus?