Las balas del delito

Ni en las horas en las que el sol se muestra menos concesivo con los voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica hay lugar para el desaliento; ni con los tres días completos de búsqueda, que son una nimiedad ante 72 años de espera. El enterramiento al que condenó la barbarie del 36 y la dictadura a once estudiantes de veterinaria se resiste a los planes de exhumación. Pero aporta pistas concluyentes. Algunos, se localizaron ayer. Balas. Balas que cargan las armas que carga el diablo. Balas y casquillos, de las que dan esencia al juicio sumarísimo, al tiro en la nuca, al genocida. En el entorno que los responsables de la ARMH han rastreado para tratar de localizar la fosa que esconde desde hace 72 años a los jóvenes represaliados no cabe el desaliento. El plan b entra hoy en escena. Un georadar arreglará lo que no alcanza a concretar la memoria de los testigos, que vieron el cuerpo del delito; siete décadas después -ayer- vieron las balas. «Con ese medio que vamos a emplear ahora adivinaremos con certeza la densidad del terreno; normalmente, es preciso procesar con ayuda técnica los datos que recoge el aparato, pero con el terreno arado, la más mínima incidencia que localice en la densidad será un indicio válido para que la máquina excave», explican los voluntarios que trabajan en este frente de recuperación en el sur de León. En otra punta de la provincia, en el extremo suroeste, cerca de Sobrado, trabajaba ayer la asociación con el fin de encontrar 10 enterramientos, fosas llenas de restos de represaliados, donde esperan justicia 26 almas asesinadas después de haber sido apartados señalados por el dedo de la intransigencia.