Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Por la Cruz a la luz

Publicado por
JUAN CARLOS FERNÁNDEZ MENES
León

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«En la Cruz está la vida y el consuelo y ella sola es el camino para el cielo» nos dice Teresa de Jesús. Y un canto tradicional dice, con una belleza extraordinaria: «Oveja perdida, ven sobre mis hombros, que hoy no sólo tu pastor soy, sino tu pasto también. Por descubrirte mejor, cuando balabas perdida, dejé en un árbol la vida donde me subió el amor; si prenda quieres mayor, mis obras hoy te la den. Pasto, al fin, hoy tuyo hecho, ¿cuál dará mayor asombro: o al traerte yo en el hombro o al traerme tú en el pecho? Prenda soy de amor estrecho que aún los más ciegos la ven». De todos modos es difícil hablar de la cruz. La cruz no es un vestido, ni un par de zapatos, que nos deben venir a la medida. La cruz jamás se ajusta a los gustos y a las exigencias particulares. Tampoco a Cristo le iba bien su cruz. No le fue bien la traición de Judas, el sueño de los apóstoles, la conjura de sus enemigos, la fuga de los amigos, las negociaciones de Pedro, las burlas de los soldados, el grito feroz del pueblo. Por otro lado, los cristianos no somos masoquistas, sino realistas, no amamos la cruz por sí misma, no nos gusta ni el dolor ni el mal en el mundo. Pero reconocemos que ambos existen en gran medida como fruto del egoísmo humano. Por eso lo admitimos y, por lo mismo, tratamos de mejorarlo. En la manifestación -Palabra- de la cruz manifestó de una vez por todas lo que es Dios y quiere ser para los hombres, y ahora sabemos que Dios es amor. La cruz fue para Cristo ponerse en el último lugar y prestar el mejor servicio a todos los hombres. Por eso fue también la cruz el trono de la exaltación de Cristo, su gloria. Por eso recibió en la cruz el «Nombre-Sobre-Todo-Nombre». La cruz fue, finalmente, la justicia ajusticiada por los poderosos de este mundo y, por ende, la justicia de Dios contra la justicia de los poderosos. Y si la cruz fue para Cristo todo eso, la cruz de Cristo no puede ser ya nunca asimilada, integrada, desvirtuada por un sistema en el que domina el capricho del egoísmo sobre las exigencias de la voluntad de Dios, el odio y la mentira sobre la revelación del amor, el dominio y el abuso de poder sobre el servicio. La cruz de Cristo es la contradicción manifiesta de una sociedad competitiva donde se fomentan la rivalidad. La exaltación de la cruz, fiesta que celebramos hoy, ha de ser para nosotros ocasión de hacer memoria, de recordar y de proclamar muy alto que se ha querido olvidar y silenciar incluso dentro de la misma Iglesia. Tengamos, pues, los mismos sentimientos que tuvo Cristo y no queramos conformarnos a este mundo. Si somos discípulos de Cristo estaremos siempre con él en la cruz, en la oposición a todo lo que rebaja al hombre, venga de donde venga. La Cruz es un libro, que en muda elocuencia enseña la ciencia de la salvación.

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