Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El vuelo intermitente de Lagunair

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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TAL VEZ LAS DIFICULTADES de la compañía aeronáutica para levantar el vuelo, sean una consecuencia de la crisis. Si así fuera, es de temer que tengamos para largo. Porque una sociedad que, en puridad persigue poner en marcha un aparato volador y con ello elevar los niveles de la provincia que tutela a la empresa, siempre es una operación difícil. Pero, según las últimas señales que nos remite el corresponsal de turno, la solicitud de auxilio emitida en todos los idiomas para dar con el resorte que pueda poner en marcha la empresa y las funciones a ella encomendadas, están a punto de encontrar valedores. La Caja de Ahorros o Caja España, que se dice, se ha lanzado a la función de apoyar y dotar en la medida de sus posibilidades, a la empresa voladora, en la cual tenía y tiene León puestas sus mejores y más activas esperanzas. Porque los antiguos de la tribu recuerdan los años felices de la Academia de Aviación que dotó a la ciudad de un prestigio que la permitió avivar las esperanzas de volar tan alto en lo social, en lo industrial y en lo cultural como nunca esperara. Por torpezas, se supone que políticas, como siempre viene sucediendo en la biografía del Viejo Reino, aquel tiempo feliz se disipó, y nos quedamos con la historia y con una escuela profesional. Hasta que llegado el momento de mover intenciones y remover ambiciones lógicas surgieron gentes animosas para las cuales, el establecimiento de una academia, de una sociedad, o de una aventura, resultaba no ya necesaria sino imprescindible para sacar del marasmo social en que se encontraba, el viejo y esforzado León del cual ya no le quedaban más que las plumas. Y nació, no sin dolores de parto, la todavía viva «Lagun Air» y sus problemas: sin duda derivados de una cierta borrasca económica y política que entorpecía o interrumpía definitivamente la generosa iniciativa de cotar a León de un sistema de comunicación aéreo que le permitiera competir con entidades de la misma o de menor ambición social. Y como suele acontecer en León cuando alguien o algo se propone un sistema que permita otorgar gloria y dineros, en torno a «Lagun Air» se formaron un puñado de hombres de buena voluntad y de espíritu de empresa y al mismo tiempo los consabidos inconvenientes y perezas de la tierra de la retranca. Este torpe comportamiento dio lugar a que la sociedad ya en el aire y por el aire, produjo desconcierto y señal de borrasca. Y León volvió a mostrar sus características tradicionales de apatía y recelo. Hasta que Caja España dio el paso al frente y dispuso sus mecanismos para reflotar la empresa. Y una vez más en la historia de Guzmán y de Cabeza de Vaca, hubo que demandar ayuda. Y todavía no se conocen las soluciones que se han aportado para la salvación de la creación aeronáutica. ¿Seremos al final vencidos por la ingenuidad, la ambición o la torpeza? ¿Venceremos nuestra propia cobardía económica e industrial? Recordamos aquella ocasión de establecer contactos aeronáuticos, cuando «Lamparilla» volando en un aparato de pruebas y vencido por el miedo, exclamó: «Señor capitán, ¡detenga el aparato que me apeo!» Y apeados estamos desde entonces¿

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