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Publicado por
LUIS ARTIGUE
León

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CARLA BRUNI y el francés entaconado con complejo de bajito que manda ahora en Francia van de visita oficial hasta la Gran Bretaña y al primer ministro inglés, nada más verla, se le sale el aceite por casi todas las bielas. Carla Bruni con el pelo enramado, recogido, y un trajecito modoso estilo Jackie Kennedy que la tapa hasta el mentón, va a recibir al Papa -¡Bienvenido Benedicto!- y los zapatos rojos que bajo la faldumenta calza ahora su Santidad, se ven más rojos que nunca. Carla Bruni, escueta, dulce cantante licenciosa, es una chica tan delgada como la sombra de la mala suerte, y a pesar de que se defiende de todo con sonrisas ella ha dejado de ser para nosotros una buena novela que excita la imaginación, pues la hemos visto en pelotas. Oh, Carla, balada pública, primera dama de cuerpo afilado como un cuchillo que nos ayuda a entender a la vez el surrealismo francés, las invasiones napoleónicas y hasta la guillotina. Pasen; vean: para todos los que lucharon en alguna guerra hay medallas y para los presidentes hay amantes en segundas, terceras, infinitas nupcias¿ Por alguna razón en los cuentos de Woody Allen cuando pasa cerca del barrio judío un político las madres encierran a sus hijas en la despensa. Y es que, como saben, estamos en crisis porque los políticos del mundo han escogido los libros equivocados y las mujeres correctas, y por eso ellos suben como el aire caliente mientras nuestra cuenta corriente no hace más que bajar igual que un gordo sin paracaídas. Pero nos queda el deseo, Carla Bruni vestida de novicia recatada tipo Cocó Channel en esos días en los que su marido no está en casa, pues en tiempo de carencias el deseo calienta más que el sol como bien saben en La Habana¿ ¡Carla Bruni presidenta!... ¡Carla Bruni, patrona de la delicia! Hay algo naïf, impúdico y poco presidencial en los ojos azules de esta sacerdotisa de la canción que la hace ser lo contrario de Janis Joplin. Se trata de algo infantil, celestial, que la convierte actualmente en nuestra musa venida del entorno del mundo de la política, ahora que hacía tanto tiempo que la política no nos deparaba esta clase de alegrías. Vean: el francés, orgulloso de su conquista, va a presumir ante el Papa y éste, apoyado en el báculo de su condición de gran referencia espiritual, le baja los humos con un gesto como diciéndole: "No tienes lo que te mereces, tienes lo que no consigues esquivar" (así su Santidad, gran teólogo sin duda, nos hace saber indirectamente que una muchacha con cara de niña hospiciana y adoptable es para un presidente, porque si te toca a ti siempre tendrás más espectáculo del que puedes pagar). De todos modos el francés replica con otro gesto silencioso que parece una forma de recitar aquel verso irreverente y lúcido de Carlos Barral: "Todos pagaremos un día por las mujeres que hemos dejado solas. También los curas". Ella, con su cara de vente y conduciremos tan deprisa que ni las penas ni los días laborales podrán alcanzarnos, abraza su guitarra como un ser desprotegido. E igual que en una película parece que sabe que él no es un santo, pero también sabe que nunca le apuntará con una recortada, y, según están los tiempos, eso es tan bonito como el amor¿ Bien sabido es que, según dice Neil Young en una de sus canciones, las chicas que llegan a estrellas dejándose fotografiar desnudas saben conformarse con un tipo que las haga daño sólo sin querer... "Todos tus amantes no te liberarán/ pues al final sólo pasan por ti./ Pero siempre hay una luz/ en una lámpara al final del pasillo./ Quizá la Estrella de Belén/ no era una estrella al fin y al cabo". Carla Bruni junto al Papa. Todos rezamos por ti.

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