Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Carro a la virgen

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

Creado:

Actualizado:

ESTAMOS A PUNTO de la celebración de la aparición a los fieles de la Virgen del Camino. Una tarde, ya con el sol apagado para la oración, la Virgen acudió a la plegaria de un pastorcito e hizo de él otro santo digno de ser elevado a los altares, dado según las etimologías isidorianas de que para alcanzar el grado de santidad que merece la aparición de santos patronales, primero hay que pasar o participar frívolamente en la santidad de los pastores y en la comunión de los santos. Hace un siglo, poco más o menos -yo estaba allí- León era un poblado largo y apacible, atento al palpitar de la política municipal y espesa y abierta a la buena voluntad y paciencia de un puñado de activistas económicos y religiosos. El resultado de esta combinación era, en aquellos entonces, una comunidad pacífica, amiga de la caza a mano y partidaria de los políticos agrarios. Funcionaban en todo el ámbito legionense más de treinta iglesias y doscientas tabernas. Y se decidían los problemas que afectaban a la comunidad en los tabernáculos del Barrio Húmedo, con la tabernota del «Burro» como centro nutrido por los aficionados al buen vino de Valdevimbre y de los Oteros. La elecciones de presidentes de algo y de todo se celebraban a lo rústico, o sea a lo cacique y el que tenía dineros lograba influencias y con ello nombramientos, votos y cargos. No se producían las remuneraciones escandalosas que ahora se disfrutan porque los municipios solían mantener un estilo de gobierno alejado de las vanidades de este mundo y lejos de la caja del pan comunitario. Pero se vivía. Mal, pero menos daba una piedra. Y cuando los pacíficos y espirituosos se aproximaban a la celebración de la Señora Aparecida al pastor de turno, los leoneses montaban el cirio patronal y acudían en masa al Santuario, no solamente a recibir los beneficios debidos a su fervor, sino a robar perdones, en forma de avellanas para que Dios les perdonara sus muchas faltas. Desde las Asturias, se descolgaban activos cultivadores de la uva riscante de León. Y mediante la ingestión de morcillas a la leonesa y de vino como fuera, se celebraban bailongos y saraos festivos y eróticos entre los sembrados, y a la parroquia de regreso a la capital del todavía tenido por Viejo Reino, formando animados orfeones que inevitablemente cantaban canciones de tradición, como la de «La Virgen del Camino/ no está muy lejos/ que está junta a Trobajo y de Montejos». Y entraban en la capital de Guzmanes y Zapicos felices de ser de aquí. «Todos somos de León -se obstinaban en proclamar- contentos de ser de aquí¿». Y los padres dominicos, ya estaban a la espera de que se produjera el milagro del pastorcito para levantar su Alcázar. Eran tiempos distintos y el que tenía hambre acababa como «Tito Nagro», miserablemente muerto¿ Como ahora, señor alcalde, como ahora¿ «Joer con el personal que pasa la vida cantando y suspirando por ser de aquí».

tracking