Un mal trago
LEVANTARTE una mañana temprano y darte de bruces con un titular en el que se asegura que la Infanta Elena podría alegar desconocimiento del consumo ocasional de cocaína por parte de su ex marido Jaime de Marichalar, para obtener la nulidad, es muy, muy fuerte. Más, si tenemos en cuenta que no se aportaba ninguna prueba que diera veracidad a la noticia. Como es lógico, la respuesta no se hizo esperar: un aluvión de opiniones a favor y en contra se deslizaron durante la mañana y la tarde en las teles, en las radio, en los confidenciales, en los corrillos del bar, en la peluquería, y en el supermercado, hasta que por la noche los abogados del matrimonio, Concha Sierra por parte del duque y Jesús Sánchez Lombás representando a la Infanta, enviaron un comunicado desmintiendo tajantemente que estuvieran tramitando su divorcio o su nulidad. Pero el daño ya está hecho, y los más perjudicados los hijos de los duques de Lugo -Victoria y Froilán-, a los que tuvieron que explicar que lo que allí se decía de su papá era una patraña urdida con no se sabe qué intención. Lo que más temían los Duques y la Familia Real, es que cuando llegaran al colegio algún gracioso les espetase lo que habían leído, visto u oído. En honor a la verdad hay que decir que ha habido precipitación al informar sobre un asunto que lógicamente interesa tanto a los medios como a la opinión pública. ¿Las razones por las que se publicó? Llamar la atención en un momento en que la crisis está ahogando a algunas publicaciones. El reportaje no tenía base alguna, sólo recogía rumores de aquí de allí, rumores bien aderezados que se lanzan a diario contra el duque como si fueran dardos envenenados, unas veces con la única intención de hacerle daño y otras para posicionarse al lado del más poderoso, en este caso de la Infanta Elena. Me consta el enorme cariño que siente el Duque por sus hijos y sus hijos por el Duque, lo mucho que está sufriendo después de su separación, lo solo e impotente que se siente por todas estas cosas, y cómo la Infanta trata de proteger a sus hijos de las batallas que toda separación conlleva. En esta ocasión poniéndose sin fisuras al lado de su ex marido, porque el daño se lo han hecho a los dos. A él porque pasará mucho tiempo antes de que la gente se de cuenta de que atacar a la parte más débil es lo más fácil del mundo, y a la Infanta porque este ha sido, premeditadamente o no, un torpedo lanzado en toda regla contra la Familia Real.