Cosas de aquí | Un castillo en pintura
Cornatel sobre el caballete
Las aristas de la fortaleza levantada sobre la peña del Cuerno de la Tierra atraen a una docena de artistas, que dedican el domingo a participar en una jornada de pintura rápida
Es sabido que el primer conde de Lemos, Pedro Alvarez Osorio, se retiró a morir en el castillo de Cornatel para contemplar desde el nido de águilas sobre el que se asienta el paisaje de sus dominios. El Bierzo era suyo. Quinietos años después, su último refugio, salvado de la ruina, sigue siendo un balcón privilegiado sobre la comarca. Un lugar adecuado para pintar y ser pintado. Porque después de haber superado los envites de los irmandiños gallegos, de los saqueadores de tesoros, de las humedades y los inviernos, Cornatel se ha convertido en una de las mejores imágenes del Bierzo. Caballete en mano, una docena de pintores se situaron ayer en sus alrededores para dejar sobre el lienzo la estampa de sus almenas en una jornada de pintura rápida organizada por la Asociación de Amigos de Cornatel y por la Asociación de Pintores del Bierzo. Si hace unas semanas fue el castillo de Ponferrada, junto al casco antiguo de la ciudad, el paisaje elegido por los pintores, ayer lo fue una fortaleza que le va a la zaga en leyenda y fama. Exposición en la fortaleza Desde primera hora de la mañana, los artistas bercianos buscaron las mejores aristas de la fortaleza donde la Fundación del Patrimonio Histórico invirtió 1,2 millones de euros a mediados de está decada para evitar que sus muros se combaran por la humedad, recuperar estancias, y hacer su recorrido visitable para los turistas. Los pintores dedicaron una mañana libre de nubarrones para dejar sus pinceladas y después de participar en una comida de hermandad, colocaron por la tarde el resultado de su trabajo dentro de los muros de la propia fortaleza, en una muestra que estará abierta durante 15 días. A diferencia de la jornada celebrada semanas atrás en Ponferrada, donde el Ayuntamiento premió los mejores cuadros sobre el castillo y el casco antiguo, la actividad de ayer no tenía espíritu competitivo. La única pretensión de los pintores fue captar el sosiego de la fortaleza, el eco de su historia agitada y quien sabe si la melancolía con la que Pedro Álvarez Osorio, el primer conde de Lemos, se enfrentó a la muerte en el año de 1483, observando las arboledas y los pueblos del Bierzo a los pies de la peña rocosa donde pasó sus últimos días.