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Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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LEÓN FUE SIEMPRE criadero de vecinos avisados y ocurrentes. Se decía allá, por el año de Tito Negro, que lo que en León no se le ocurría a cualquiera de los versonaris que abundaban estos pagos, no se le ocurría a nadie. Y quedaba demostrado cuando, llegado el tiempo de los carnavales, aparecían comparsas ocurrencias y originales dejando al descubierto, sin ánimo de ofender, claro es, a los ingenios más sorprendentes de la Corte. Y Santos, el Sastre, contribuía con coplas que solían encender el pelo de los ediles, a que el ingenio de la raza queda consignado. De su entendimiento y ocurrencias nació el término académico de «la Retranca», como signo inequívoco de la manera de ser del leonés, cuando a la sombra, (a la mala sombra de los unos y de los otros) nacían canciones, chifladuras y alegatos con música de los grupos que lo mismo les daba por descubrir la mala leche que se decía que tenía la Granja Victoria, que otros aseguraban que era de vaca loca y otros que certificaban el producto afirmando que concretamente la que procedía o se despachaba en la Granja Victoria, cantaban que era de vaca, los más ácidos de la parroquia replicaban que procedía de que era de vaca, los más ácidos de la parroquia replicaban que procedía de un noria. León disponía entonces de un Centro de atención infantil que se titulaba algo así, como «Gota de Leche» y funcionaba a precios modestísimos. Los vendedores que eran los funcionarios municipales que revisaban las cántaras puestas al servicio del común en la Plaza Mayor. A poco más de diez céntimos el cuartillo de buena leche se despachaba a todas las familias, tuvieran o no papeles y los vástagos se criaban robustos y peleones, como lo demostraban las guerras de los barrios de los que la tropa defensores de los Fueros acababan con la cabeza abierta y rota por gala en dos. Todo ello resultaba según el Colegio de Médicos de la Capital, (que aparecía acreditado como uno de los grupos profesionales más ilustres de la Medicina y aún de la Veterinaria y la Corporación de la que procedían habitualmente los diputados de la Excelentísima y los de la que procedían habitualmente los diputados de la Excelentísima y los alcaldes de la Ilustrísima. Y este alarde de saberes y de asistencias científicas se atribuía a la leche de nuestras vacas lecheras y a las nodrizas de la montaña, asegurando de esta manera la larga vida de las gentes. Cuando menos se pensaba y los arbitristas de la Corte le ponían al responsable de turno la mayor parte de los errores que se cometían entre los irresponsables que resulta que sí que lo eran, como se demoraba cuando se libraban y se aprobaban los presupuestos para que Pérez Herrero, el poeta más resonante descubriera actos tan difícilmente ejemplares como los que se atribuían a Norzagaray, presidente de la Diputación que decía cuando en versos lopescos acusaban: «De la granja que tiene Miguel / se escapó un gallo del Paraguay / y por donde vino a aparecer / en la mesa de Norzagaray... ¡Eran otros tiempos y otros gobernantes y otra casta aquella de Pérez de Guzmán... ¡Eran la leche!...