Como bestia
NO se habla de otra cosa. Imposible sustraerse al temblor financiero que encabeza los informativos con una intensidad de ocho grados en la escala de Rile y del rilarse, así que a la buena gente se les hacen los dedos cuentas, cuentos y descuentos. En bares y corrillos gana la crisis como tema. Dicen los que sentencian en toda charla o tertulia que lo del auto de Garzón con su polvareda sepulturera fue maniobra de distración con el placet de Zapatero para que nos enredáramos en discusiones estériles y no hablemos de la crisis crítica que nos pone críticos y de los nervios. No hay tal. Mucho más que desenterrar un crimen, al personal le preocupa dónde han enterrado los bancos los ahorros que depositó allí confiando en alguien que ya no se fía ni de sí mismo. ¿Dónde estarán los cuartos... ? Dicen que perdieron su pelo de conejo en la gatera de la Bolsa... o que están en la cueva de Alí Babá... o vete tú a saber. El pánico se siembra cada día en las noticias y germina esa misma mañana en los ortigales del estaribel económico o en la cabeza de tu jefe que, mira por dónde, ya tiene una fisura por la que colar su regulación de empleo. La prensa de trinchera manda ahora las cámaras a los comedores públicos que tiene la caridad en las ciudades. Algunos alarman: la nueva clientela de la sopa de la piedad es gente de clase media. Coño, a palparse todos la camisa, tiran cerca. Miedo en el cuerpo. Se adelantan al apocalipsis y retratan el crack profetizado que llenará de colas las oficinas de empleo y los comedores de la beneficencia. Sólo esperan a que empiecen a tirarse banqueros por las ventanas de las torres de Colón para confirmar que las cosas pueden pintar como aquel fatídico 1929, pero a donde se están tirando los pillos del stock-option y del pelotazo es a una piscina de moetchandón, así que recargan la suerte con nuevos reportajes de los miserables que piden potaje a la puerta de los capuchinos. El tremendismo informativo ve la actualidad como aquel gañán de seminario leyendo la vida de un santo en el refectorio; no le valían puntos y comas, así que si el texto decía «Comía como vestía, su cena era frugal. Un saco de paja componía su jergón donde dormía una horas», él lo leyó «Comía como bestia. Su cena era frugal, un saco de paja. Componía su jergón...».