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ECHAREMOS las tardes a perros, los lunes al sol y los tres próximos años a bastos, que podrán ser diez, pues los economistas pesimistas («un pesimista es un optimista bien informado») advierten que la crisis que ya mece nuestras angustias no empezará a remitir en el segundo semestre del próximo año ni será un máximo de dos años su descomponedor reinado, sino que se prolongará como mínimo hasta el 2018 (largo lo fían... y desconfían). Cabrán, pues, muchos perros, lunes y bastos... o copas, quien tenga que empadronar sus horas muertas en el bar del barrio gastándolas en verlas pasar o venir... o en colocarse, a falta de otra colocación. Dicen que el dinero tiene el alma de hielo, que no tiene piedad y que es ciego. Y no es verdad. El dinero tiene sentimientos, hondísimos sentimientos, aunque sólo dos: miedo cagalero y codicia corrupia; el primero propende al pánico contagioso y el segundo a la especulación insaciable. Son su alma mater. Gracias a ellos nunca murió ni se mutila. Su naturaleza le exigirá siempre engordar. Y si no toca aumentar su grasa porque hay que contenerse, siempre encontrará quien pague sus delirios. Ahí están gotenado cada día en empresas grandonas o chiquitajas nuevos expedientes de regulación de empleo , los ere famosos. Dicen también los economistas escocidos que esto vendrá a ser un «ere que ere», el movimiento continuo para dejar de moverse. Y además, la patronal fuerza al gobierno a que reduzca las indemnizaciones laborales, que nada de pagar cuarenta y cinco días por año desollado, que tiene que costar aún menos los despidos o no valdrá la regulación y habrá que hablar de echar la trapa, o sea, el «aquí murió el tío los Nabos» o «a la mierda, albañiles, que se acabó la masa» (expresiones dos que utilizaba a machamartillo mi tío Andrés cuando cerraba alguna de sus jugadas magistrales al subastao por parejas). Así las cosas, al fostión del desempleo tendremos que añadirle una baratura propinada, calderilla y carretera. Pues qué bien. La orejas del lobo exigen ahora a las naciones ricas una redefinición de la economía. Ya. Buscan una piel de cordero. Pero cuando un lobo enlobeció (dicen en Cármenes) y gustó de la dentellada, ¿quién le pondrá después una carranca y a cuidar de la majada?...