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CRISIS con dientes, las de antes. Y largas como el rabo de una zarza en cuesta. Pero la de ahora nos la venden a dos años vista, a plazos; y subsidiada por sectores. ¿Es de diseño?... La palabra es un hallazgo griego y crisis viene a significar «separar» o «decidir» porque algo se rompe y hay que estudiarlo. De ahí viene crítica... y criterio, que son las dos cosas que se están echando en falta en el crítico panorama de hoy. Así que a la gente decidida no le asusta la palabra porque significa cambio, más que cacharrazo. Siempre hay algo bueno en una crisis; y a veces, muy bueno (si hay cintura y pelotas). Las crisis nos enseñan a hacer de la necesidad virtud. Pasarlas putas o caninas siempre aguzó el ingenio (con menos se puede hacer más). Y lo guapo de una crisis es que obliga a juntarse, a mancomunar, aunque se espante el liberalindividualismo si hay que mezclar las calderillas invitando a lo comunal (las crisis se inventaron para los que viven de un salario). Antes sabían poner remedios por narices y alguno tendrá que recordar «el cómo» nuestros pueblos pobres se obligaron a reglamentar el disfrute y respeto a la propiedad comunal, el auxilio mutuo, el trabajo colectivo o el socorro a los más débiles. A la fuerza ahorcan, pero obligarse a compartir abarata el gasto... Ahora las juntas vecinales, sin embargo, disparan con pólvora del rey y matan las obras a cañonazos. La vecindad, cada cual a lo suyo; y «que cada perrito se lama su pijito». Y si hay que hacer algo, que venga Pano con el servicio de obras. Nadie mueve el lomo. Nada de purrir y arrimar el hombro. Y juntarse, sólo el día de la gran paellada que paga el untamiento el día de san Roque. El sentimiento comunal, por lo demás, anda difunto o en silla de ruedas. ¿Resucitaría ese espíritu en esta crisis? Y si lo hiciera, ¿perviviría después en ese futuro de chalet adosado en el que seguimos soñando y por el que cerrilmente apostamos?... Aun así, habrá que ensayarlo. Mola reencontrarse y ayudarse; más que nada, por hacer amigos... y llevarlo mejor. El mal tiempo no tendría por qué robarnos del todo la cara buena. Así que cámbiese urgentemente ese lema bordado en oro en el pendón de la tierra cazurra que dice «Arrímate pallá» y póngase el «Arrímate pacá»... por una vez y por ver qué pasa.