Diario de León

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A PREGUNTAR: Detenido Txeroki ¿se acabó la rabia?, ¿se descabezó la banda?... La cúpula etarra es como la de Barceló: el techo de una cueva que sangra pegotes caros, estalactitas de amonal pintado en sangre. ¿Y cuántos cheroquis quedan en la recámara?... Si con sólo treinta y cinco años ese menda ya lo mandaba todo, ¿dónde quedó el criterio, la vieja guardia, la cabeza fría de la basca vascotarra?... ¿Y en quién pensaría para apodarse Cheroqui, Cherokee o Txeroki: en los indios de Oklahoma o en un todoterreno? Hay quien cree que esto último, pues pretendiendo ser guardián de los demás y de sus montes, de niño tuvo que soñar con un jeep y un uniforme de guarda con chapa y mosquetón ( Grand Cherokee hubiera sido la releche, como el Gran Wyoming , pero con puta gracia). Cheroqui significa en la lengua de sus indios vecinos «los que viven en cuevas». ¿Será casualidad? Los apodos etarras, osti tú, son curiosos; suelen delatar un subconsciente algo bipolar. Este de Txeroki suena a comic. ¿El terrorista lee comics?... Los doctrinales con dibujos, seguro, y también tebeos con mucha leña justiciera y reventón, porque los terroristas de oficio se pasan muchas horas quietos, en blanco, agazapados en la hura, horas eternas, ni estudian ni trabajan, sin horarios... sólo maquinan, mascan consignas, repasan pasos, dan vueltas, se esconden, tienen todo el tiempo para aburrirse. ¿Qué leerán, pues?, ¿con qué matan el tiempo?, ¿sólo sabrían matarlo a tiros?... ¿Y cuánto charlan, cuánto callan, cuánto duermen, cuánto joden, cuánta tele, cuánto gato encerrado les araña el cerebro encabronándoles aún más?... Txeroki no debía aburrirse mucho. Cambiaba continuamente de pasos, casas y coches con un escrúpulo calcado de películas y pelucas. En eso se le iba una pasta gansísima. ¿De dónde sale?, ¿quién sigue pagando?... ¿Y soñaría con una Euskadi convertida en Territorio Cheroqui?... Yo soñé una vez que León era «Territorio Pies Negros», porque Strabón III define así a los leoneses por haberse pasado la historia pisando uvas, carbonillas y montes quemados (y ahora es cuando vendrá mi viejo amigo Ulzurrun, que vive en Ondarribia y, con solemnidad y cachonda compasión, me castigará con su vieja sentencia: Joder, Pedrín, « los de León sois como los de Bilbao... pero sin motivo ».

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