El miedo es libre
O ESO DICEN. Pero, políticamente, a Esperanza Aguirre le ha jugado una mala pasada. Porque tiene razón el eurodiputado Ignasi Guardans cuando asegura que no debió dejar a toda la gente que la acompañaba, ciudadanos españoles, abandonados a su suerte, o la de los terroristas, y regresar a Madrid en el último vuelo que salía de Bombay. Nadie duda a estas alturas de la satisfacción ciudadana por que haya salido ilesa de semejante trance, y humanamente es compresible el desconcierto y el pavor que una situación extrema como la vivida por la presidenta de la Comunidad de Madrid puede suscitar. Pero, una vez a salvo en el aeropuerto y antes de tomar el avión y dejar a toda la delegación que presides en medio del tiroteo, el cargo obliga a reflexionar y a asumir responsabilidades.
Conviene recordar que, cuando la presidenta sale para Madrid, el grueso de la delegación se encuentra en medio de un tiroteo, en un malecón al borde del mar donde pasan toda la noche. Solo de madrugada consiguen escapar en medio de las balas y subidos diez en un coche llegan a casa del cónsul. Mientras, en el hotel Oberoi, tres empresarios más permanecen escondidos en sus habitaciones, sin luz, sin comida y retenidos por los terroristas. Todavía no ha llegado el embajador, que vive en Delhi y el cónsul (para darle una medalla) se desvive por atender a unos y a otros. En esas circunstancias Esperanza Aguirre decide que se va.
Madrileños eran los que estaban en peligro, invitados suyos, y ella, junto al cónsul, era la representación del Estado en esos difíciles momentos. Su obligación era quedarse y la presidenta de Madrid, que tiene un fino olfato político, lo sabe. La teatralidad de la puesta en escena de su primera comparecencia pública, en calcetines, sin cambiar de ropa; relato de sus pasos sobre la sangre, la broma de la esterilla del baño, suena a justificación. Y en este tema no hay que mezclar ideologías, hubiera sido igual de reprobable que Montilla o Ibarretxe o Manuel Chaves o el presidente de Cantabria hubieran dejado a unos compatriotas abandonados en semejantes circunstancias. Los verdaderos héroes han sido Alvaro Rengifo y Alfredo de la Joya, directivos madrileños, que consiguieron regresar a Madrid tras estar cuarenta y tres horas presos del terror, encerrados en una habitación y sabiendo que su presidenta había puesto pies en polvorosa.