Diario de León
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León

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DESPUÉS DE TREINTA y nueve años de vida en común, Felipe González y Carmen Romero ponen fin a su matrimonio. La noticia ha sorprendido a los amigos y compañeros del ex presidente, no tanto a los de su nueva compañera sentimental, María del Mar García Vaquero, ya que eran muchas las personas que sabían de su relación sentimental, de sus escapadas a Sevilla, a Aranjuez o a Hispanoamérica, desde que hace nueve meses comenzaron a verse con más asiduidad, después de años de compartir amigos comunes.

Quiero pensar que a Carmen la noticia de su separación no le ha cogido por sorpresa, pues bien sabía del carisma de Felipe con las mujeres, del interés que despertaba entre aquellas que veían en el lider del PSOE una especie de dios de carne y hueso, con sus grandezas y sus debilidades.

Me consta, eso sí, que les ha dolido, tanto a ella como a sus hijos la forma en que se ha dado a conocer la relación de su todavía marido con Mar -”en el programa televisivo de Ana Rosa Quintana lo contó Paloma Barrientos-”, que se diga que Felipe ya había abandonado la casa común de Somosaguas, en Madrid, cuando lo cierto es que hasta el día de hoy todavía no ha sacado sus pertenencias de allí.

Verse asediada día y noche por cámaras y fotógrafos, en boca de todos los contertulios de los programas del corazón, en portada de periódicos y revistas, es algo que nunca creyó Carmen que le pudiera ocurrir a ella, que ha luchado siempre por mantenerse al margen de la fama y de la popularidad.

Ahora falta por ver cómo soportará Felipe la presión mediática a la que le van a someter, él que esta acostumbrado a moverse con total libertad, sin que nadie le pregunta dónde va o de dónde viene. Si será capaz de sonreír cuando le pregunten una y otra vez «por cómo va lo suyo con Mar».

Supongo que son situaciones que habrá previsto y a las que sabrá hacer frente, porque de lo contrario le espera un verdadero calvario aunque su estatus de ex presidente -”escolta, etcétera-” le pueda facilitar algo las cosas. No igual pero sí muy parecido al que sufrió Miguel Boyer cuando se supo que salía con Isabel Preysler. Quizá fuera bueno que Felipe y Miguel se tomaran un cafetito para que este le diese algunos consejos sobre cómo burlar a la prensa, antes de que le dé un ataque de nervios.

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