Diario de León
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León

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EFRÉN Alvarez Compadre demuestra ser descendiente directo de leoneses que vivieron en esta ciudad desde el siglo XV y aporta al efecto legajo de pruebas. Uno de sus antecesores, Elio Alvar Toral fue muerto a la puerta de su fonda a manos del caballero y asesino Suero de Quiñones, según consta en actas de enterramientos de la parroquia de San Martín, suceso en que murieron otros dos que mediaron en su defensa, Felicísimo Suárez y Antonio Otero. El tal Suero era tenido en la ciudad como el ricacho del lugar y el pendenciero impune, prepotente de cuna y criminal compulsivo en todo lo que avasallaba, heredades, predios, fueros y honras... con tributos de extorsión y pernadas... un valiente hijoputa. Sus excesos llegaron a ser tan intolerables en la ciudad de León que el propio alcalde se atrevió a decretar su destierro, pese a su alcurnia y poder temible, aunque lo propio, conforme a derecho, hubiera sido la mazmorra perpetua, la horca o el hachazo en el gañote. El nombre de Suero de Quiñones fue maldito en las calles de esta ciudad, pero cinco siglos después volvió el muy cabrón redivivo en una patraña literaria que le aparejó Alonso Luengo y se adueño del nombre de una calle pidiendo honra y admiraciones que unos nuevos leoneses desmemoriados y pazguatos le concedieron porque sí.

Esto le subleva a Efrén Alvar, descendiente de sus víctimas. Asegura haber metido dos escritos al ayuntamiento para que reparen el inexplicable sinsentido y agravio; que apeen al tal Suero del callejero, pues su terrorismo intolerable y premiado es un insulto. Pero el otro día le indicaron que el Suero criminal es un descendiente del que tiene calle. Efrén ha dicho que aún es peor, que no fue menos macarra, prepotente y fascistarro el Quiñones del Paso Honroso montando en 1434 un fiestorro de lujo africano junto al puente de Hospital, que fue prohibido por el Adelantado mayor; y tan preñado de excesos, abusos, violaciones y ostentación, que la Iglesia impuso pena de excomunión a los que participasen en aquel fastuoso y bronco jolgorio de un mes de largo al que no acudieron los nobles esperados y del que sacó Suero aldo de lo que buscaba: casar a cinco de sus diez hijas con lo que había, que era poco y de media suela, cacicotes de cercanías... Que apeen a ese Franco, insiste Efrén.

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