Diario de León
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León

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MUCHOS establecimientos tienen colocado un idolillo muy popular en la altura de algún estante o anaquel, cerca de la caja, entre géneros y mercaderías, estatuilla pequeña, retaca, de diez a quince centímetros por lo común, con aires patricios de sandalia con guardamonte, túnica corta, rodilla al aire y manto colorado que riza en el brazo... y con su corona dorada clavada al cogote, su palma del martirio en la otra mano y señalando con un dedo tieso al cielo, dedo en el que sus devotos suelen petar una moneda con agujero como si fuera un donut... o un anillo del Becerro de Oro, que es el dios de la gloria celestial soñada aquí en la Tierra, amén.

A san Pancracio se le reza por pedirle salud económica, riqueza de espíritu y de bolsa o para que ascienda su equipo de fútbol (malo, porque es santo turco y sale por el Galatasaray o el Fernerbahce) o le acosan y forran con billetes de lotería... así que el santo ha de estar necesariamente tarumba en su oficina celestial con tantas solicitudes, instancias y oraciones. ¿Cómo resolver tanto dilema? ¿Atenderá antes a éste o al de la competencia tres tiendas más allá, que también tiene su figutira en el belén de sus cuentas? ¿Y qué hace el devoto con su estatuilla si quiebra el negocio o sobreviene ruina porque el santo estuvo sordo?: ¿se le puede mandar a la porra o a la basura; abandonarle piadosamente en un banco de la parroquia como a una criatura en el torno del hospicio?... ¿Se atreverá alguien a ponerle al menos por un tiempo de cara a la pared para que purgue su inopia?...

También es común verle con perejil fresco en ristre o al pie añadido por el ultradevoto o con todo un ramo de ello; hasta una gavilla le pondrían si no lo tumbara. Maravilla esta superstición. ¿Por qué perejil?... ¿alguien pobró con ajos?... ¿y qué dice la autoridad eclesiástica al respecto?... ¿es Dios más sensible a las oraciones guisadas con perejil que a las cocidas en sólo agua bendita (por aquello de ¿cueces o enriqueces?)?... Pues enriquecida, que de eso se trata.

Pero tiene claro el santo que los que enriqueció le olvidan y le acaban apeando de su estantería, así que es un un santo desengañado y quizá eso explique su vagancia con la nutrida parroquia que le reza y se queda como está... u peó, shiquiyo, dice mi gitana.

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