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Publicado por
León

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YA ESTAMOS cerca de Navidad. Este cuarto domingo de Adviento nos presenta la figura de María, la Virgen Madre, y se nos ofrece como modelo de mujer fuerte y esperanzada, la verificación de que es posible decir sí a Dios sin perder ni un ápice de libertad o de humanidad. Al Anuncio del amor y de la predilección de Dios por el hombre, no sigue una exigencia que nuble la verdad, bondad y belleza del mismo Anuncio; sigue una promesa de vida nueva; de salvación y restauración del hombre deteriorado, que ve de pronto cómo la esperanza surge en su corazón. La sorpresa del hombre que recibe de Dios la promesa de hacer de él «un hombre nuevo», es gemela de la sorpresa de María: ¿Cómo es posible que llegue a ser un hombre nuevo, si conozco mis limitaciones? Y la respuesta es: Dios toma la iniciativa con la fuerza de su Espíritu. Ya la respuesta humana, debería ser: Pues, si es así, que la Palabra de Dios se encarne en mí.

No temas, lector, que la iniciativa y la gratitud de Dios paralicen la actividad humana y produzcan seres pasivos, como piensan los adoradores del destajo y la competitividad. Muy al contrario; serenado el hombre y revitalizado en su espíritu, estará maduro para gastar su vida caminando hacia sus hermanos: María se puso en camino y fue «aprisa» a casa de Isabel; también nosotros tenemos que dejar sólo de preocuparnos por lo nuestro para que los demás hallen hueco en nuestro corazón.

El ángel de la Anunciación no ha terminado aún sus encargos. Tiene un anuncio que dar a cada uno de los cristianos. Porque la obra de Dios no ha terminado y quiere seguir dejándose ayudar. Dios sigue necesitando de una madre que lo acoja en su corazón y lo revista de carne. Dios sigue necesitando de un padre que le defienda de tiranos y le ayude a crecer. Dios sigue necesitando de hermanos y hermanas que compartan sus bienes y sus necesidades, sus alegrías y sus tristezas, sus crisis y sus ideales. Dios sigue necesitando de amigos que le comprendan y le sigan, que estén con él y se dejen querer. Dios sigue necesitando de apóstoles que prolonguen y completen su obra, que sean testigos de su Reino. Dios sigue necesitando de ti. Dios espera cada día nuestro «sí».

El ángel de la Anunciación no ha terminado sus encargos. Pero esta vez el ángel no es alado ni tiene por qué ser un profeta consagrado. Puede ser cualquiera, incluso puede ser una palabra o un acontecimiento. Y el mensaje será siempre propuesta de amor. No te pedirá el Señor la ofrenda de una casa, pero sí quiere hacer de ti una casa o, mejor, quiere hacer en ti su casa. Resulta que ya está ahí la Navidad y Dios sigue buscando una casa para nacer. A la vez, sigue ofreciéndote una casa y una dinastía, es decir, el cumplimiento de tus esperanzas, la plenitud de tus deseos, la consecución de tus ideales, la perennidad de tus obras, la inmortalidad de tu persona. Tú no morirás para siempre, ni morirás del todo. Tu casa y tu reino no tendrán fin. Todo esto te lo dará el Señor a cambio de tu fe. Sólo te pide que creas en él, que te fíes de él, que le dejes hacer a él. Te pide un «sí» confiado y entregado. No te pide cosas, sólo te pide tu voluntad, tu corazón, para lograr así que la Navidad no sólo sea un anuncio de colores, sino la antesala de un mundo nuevo y mejor.

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