Orgasmo atómico
AYER, día 21,
ritual del solsticio inviernal, se acometió en todo el Planeta una iniciativa pacifista consistente en hacer coincidir orgasmos -y tú ¿dónde estabas?- para que toda esa energía liberada a la vez proporcionara un calambrazo global y brutal a este mundo de tensiones y desquiciamientos. Se trató de hacer ver que el amor es más atómico que las bombas y más energético y nutritivo que todo el rancho militar que devoran las guerras. ¿Sentiste algo?...
La energía del orgasmo ya fue enunciada por el serbio Nikola Tesla y poco después investigada por Wilhem Reich, aquel psicoanalista austríaco, heterodoxo, judío, comunista, excomunista y genial hasta la paranoia lúcida, un doctor contestatario y adversativo que se le subió a las barbas al mismísimo Freud, su maestro, colega y amigo inicial. A esa energía la llamó orgón, la potencia del éxtasis. Es esa energía que todos saben que existe y quieren pillarla por el rabo (o la mano), pero que nadie formula, salvo la física cuántica. De hecho, ideó unos acumuladores para su utilización terapeútica. A W. Reich le acabarían corriendo a gorrazos y libelos los nazis, los comunistas, los meapilas y los yankis, pues de Viena pasó a Berlín y, finalmente, a los Estados Unidos donde intentó con Albert Einstein la exploración y materialización de sus teorías. Finalmente, le colgarían el cartelón de loco y acabó muy malamente, acusado e internado, preso de la moral bobalicona y fulera. Tuvo una vida intensa y excitante, un novelón de vida. Le tengo admiración en lo que tuvo de admirable. Su última publicación,
, es un testamento desgarrador que me valió de librito de cabecera para cavilar y condolerme. Fue un tipo único. Algún siglo venidero le descubrirá y le restituirá el respeto.
El orgón no era sólo energía sexual, sino una fuerza orgánica. Quien la tiene desarreglada, enferma, adolece. No tiene nada que ver con ese orgasmo gaseoso que hoy experimentarán los agraciados por la lotería, gustirrinín bestial que ya sintieron quienes se enriquecieron estos años con fortunas fabulosas y cohechos con patas, codicia desproporcionada que a algunos les ha llevado finalmente a comprender que tanto orgasmo financiero y bancario era sólo
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