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Publicado por
León

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EL MIÉRCOLES, día primero de octubre de 2008, se transmitía en directo desde un teatro de Verona un acto sobre la integración de los inmigrantes. Entre otros pronunciamientos y actuaciones fueron invitadas a subir al escenario dos mujeres de color.

La primera procedía de Ghana y contó las muchas dificultades que había pasado para encontrar un trabajo en Italia. También se refirió a un inmigrante conocido suyo que lograba trabajar de vez en cuando haciéndose prestar el permiso de residencia de otro inmigrante, mediante el pago de una cantidad respetable.

La otra mujer de color procedía de Kenia. Entre otras peripecias, contó que en una ocasión tuvo que ir a un centro médico. La doctora que había de atenderla no hacía más que mirar su reloj y repetirle que ya era muy tarde. La paciente estaba embarazada y necesitaba pasar una revisión. En un determinado momento, trató de excusarse diciendo que no había podido cerrar antes la tienda de su marido. Ante una pregunta distraída de la doctora, la paciente dijo que era la esposa del farmacéutico. De pronto, todo el panorama cambió. La doctora y su equipo se mostraron amabilísimos con ella y le ofrecieron todas las facilidades y el tiempo necesario. El público asistente en el teatro reía y aplaudía con fervor, mientras la mujer sonreía con una cierta picardía.

Inmediatamente se suscitó un intercambio de reflexiones muy interesante entre otros participantes en el debate. En él fueron aflorando al menos estas consideraciones:

-”Nosotros y la gente de nuestro pueblo hemos sido emigrantes en otros países y hemos pasado por muchas dificultades. Deberíamos haber aprendido a tratar con más delicadeza a los que ahora llegan a nuestra tierra.

-”Nuestro sistema legal y laboral deja mucho que desear. Es injusto y mendaz. Necesitamos el trabajo de los inmigrantes pero se lo hacemos extremadamente difícil.

-”Nuestras leyes han hecho de la «seguridad» un motivo sacrosanto que justifica la represión de los inmigrantes, considerados siempre como peligrosos delincuentes.

-”La persona que da trabajo al inmigrante que se presenta con el documento de otro sólo quiere cubrirse las espaldas en caso de un problema con la policía.

-”Por otra parte, todos nosotros tratamos al inmigrante de forma muy diferente según el nivel social en el que haya logrado situarse y según la forma de presentarse.

En consecuencia, la velada de Verona nos invitaba a los espectadores reales y virtuales a examinar nuestros criterios y nuestros prejuicios. Ante el relato de las dos mujeres africanas muchos de nuestros temores y egoísmos quedaban al descubierto. Todo nos invitaba a preguntarnos hasta cuándo vamos a seguir engañándonos.

Un sacerdote allí presente nos recordó una frase del famoso y querido obispo don Tonino Bello: «No me importa tanto saber quién es Dios como saber de qué parte está». Seguramente fue esta la reflexión que más aplausos arrancó.

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