Risas sobre tumbas

EL CEMENTERIO de esta ciudad estuvo algunos siglos frente a los cuarteles de Almansa, al pie de la vieja Nevera romana que siguió acopiando nieve y vendiendo hielo hasta hace ni cien años. Sobre el viejo camposanto se levanta lo que fue Maternidad provincial y las Escuelas Anejas. Fue el cementerio oficial de León hasta la Guerra Civil, sirviendo entonces sus tapias de paredón de paseados y sus puertas de capilla ardiente donde abandonaban a gentes matadas por ahí.

Panteones y tumbas, restos y lápidas se trasladaron al nuevo cementerio de Puente Castro, pero en muchos casos no hubo deudos reclamando. Concluídos plazos y traslados, allí quedó casi todo, muchísimo sepultado aún, muchas tumbas, enterramientos no señalados, fosas comunes y osarios... Después de cientos de años aquello era un yacimiento saturado de huesos y féretros podridos. Después se limpió todo de cruces, losas y lápidas, se arrasó la superficie y quedó limpio, puro solar, aunque con dos centenarios cipreses que respetaron un tiempo y a los que yo trepaba para llenarme la ropa de resina y ganarme un guantazo en casa. Se construyó la maternidad y, finalizando los años cincuenta, las Anejas.

Junto a la vieja tapia abatida de aquel cementerio pasábamos todos los días a clase en la Normal, así que cuando empezaron a picar las zanjas para la cimentación de las nuevas escuelas, nos parábamos cada día a ver en trajín, las montoneras de huesos y las largas murias donde los obreros apilaban también ropas y efectos desenterrados. Imborrable en la retina tengo la imagen de un montón gigante de sólo zapatos de muerto, qué yuyu me daba, qué espanto... tan imborrable como la bronca entre dos operarios disputándose las piezas de oro de la dentadura de alguna calavera.

La pregunta es ¿a dónde irían a parar todas las lápidas y piedras que no se reclamaron, qué otras «murallas» cimentaron, qué solar rellenaron con ellas?... Y cuando dentro de unos siglos las encuentren, ¿qué se cuestionarán los arqueólogos?...

En esa parcela sigue gente enterrada y los niños de ese barrio que juegan hoy en su jardín saltan y ríen sobre muertos en tumbas ciegas. Aún afloran huesos y saldría un camión de ellos con sólo escarbar dos centímetros.