Diario de León

A CADA DÍA SU AFÁN | JOSÉ-ROMÁN FLECHA ANDRÉS

Crisis económica y responsabilidad moral

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JOSÉ-ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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DESDE HACE TIEMPO se preveía la llegada de una dura crisis económica. La caída de los mercados de bienes, de fondos monetarios y de títulos financieros no parece ser un fenómeno episódico y casual. En torno a esos hechos surgen algunas cuestiones insoslayables.

1. Con relación al pasado, si la crisis económica era previsible, ¿por qué no se ha luchado para evitarla o, al menos, para atenuar sus efectos? ¿Es posible que una crisis de tal magnitud sobrevenga de forma fortuita? Y, si no es así, ¿a quién beneficia y, por tanto, quién está detrás de las maniobras que han conducido a ella? ¿Por qué no ha habido mayor control y vigilancia para evitar los grandes fraudes que ahora se han descubierto? ¿Cómo es que se ha cifrado el crecimiento económico en sectores tan engañosos como la construcción masiva de viviendas o la explotación de un recurso tan volátil como la afluencia de dinero por vía del turismo?

2. Con relación al presente, muchos ciudadanos no dejan de asombrarse. Los gobernantes han certificado la salud de nuestra economía solamente para asegurarse triunfos electorales a corto plazo. El gobierno del Estado y las administraciones autonómicas han derrochado el dinero a manos llenas. Los medios de comunicación más adictos al poder han guardado silencio sobre el riesgo que representaban las acciones y las omisiones de los grupos políticos, económicos y financieros.

Los gobiernos conceden a los bancos un dinero que no revierte en beneficio de las personas necesitadas, de las familias endeudadas o de las pequeñas y medianas empresas.

Con todo, la responsabilidad moral no sólo debe atribuirse a los responsables de la política, de la administración o de las finanzas. Todos hemos de preguntarnos en qué ídolos hemos puesto nuestra confianza. Hemos convertido el individualismo en un ideal de vida. En el mundo de la globalización tendremos que aprender a globalizar la solidaridad.

3. Con relación al futuro los ciudadanos se preguntan qué esperanzas pueden alimentar, si con sus ahorros no podrán cubrir sus necesidades básicas ni sus planes privados de seguridad y de pensión.

Los flujos inmigratorios masivos hacen prever una avalancha de personas, todavía seducidas por el bienestar del occidente, que, ante el crecimiento del desempleo, aumentarán la insatisfacción general y la inseguridad ciudadana.

La crisis económica está haciendo evidente la falta de equidad en la distribución de las cargas y de las prebendas económico-sociales. La falta de justicia distributiva hace temer una degradación de la justicia social.

Frente a la inmoralidad que favorece la corrupción y la desconfianza mutua, la Doctrina Social de la Iglesia propone como guías para el comportamiento moral los principios de la dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad, la subsidiaridad, la opción preferencial por los pobres y el destino universal de los bienes. Todos ellos nos exigen renovar la capacidad imaginativa de la caridad.

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