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CORNADA DE LOBO | PEDRO GARCÍA TRAPIELLO

Vals de agua

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LE PIRRA a mi jilguero el Vals 7 de Chopin; y aún más la risa de un grifo cantando aguas. Ante los dos fenómenos da réplica y trina despepitándose el tío. Otra melodía o sonido timbrado no le provocan tanto como ese piano y los cristales del chorro. A lo visto, le encienden la garganta.

La cosa es que el agua suena y hace músicas. Cuando las notas altas de un piano quieren imitarla, hay que cascabelearle las teclas, binarlas y trinarlas para que nos imaginemos un torrente entre neveros, una cascadilla de peña y grijo o el chorreo sutil de una fuente que reza rutinas en claustro gótico o rumorea encuentros en el jardín del harén.

Suena el agua a timbales estruendosos de Calanda si baja atragantada de deshielo, suena a pellizcos de monja cuando corre en acequia y suena a susurro o perorata si cerca de la majada del puerto es fontanilla brotando entre gárgaras y risas... por eso a todo pastor solitario que echa su cabezada junto a ella se le acaban apareciendo janas, vírgenes y cuñadas para encandilarles el sueño o atormentárselo.

Hay música dentro del agua y esconde un flaustista mágico: allá donde suena corren a rodearla juncos, matorral, chopos, bosques y huertas; por eso su hondón es esmeralda... o azul, si el cielo lame el espejo de lagos y mares.

Y aquí vienen los colores del agua, cuestión de la que también entienden los jilgueros con su librea: rojos de río tinto en Odiel, ocres de riada de ribera, blanco de arroyo en roca de talco, amarillo de fuente sulfurosa o negro de aljibe cristalino en fondo de gruta. Que no le hablen de colores y músicas al jilguero. Sabe que si el agua no suena es la muerte quien anda en el silencio... y en la sed. Así que le abro el grifo alguna vez para que me trine primaveras; pero cerrándolo por no caer en despilfarros, recurro a Chopin y se lo endilgo de mil amores.

Ahora bien, hay un sonido de agua doméstica al que jamás hace caso, el de desagüe o cisterna. Quizá le irrite. ¿Sabrá que es agua violada por la mierda y los lavajos, música fea, una obertura de cloaca?... Ahí acaba lo que empezó siendo piano en la peña. Pasó del tintineo de calderilla a la alcantarilla financiera... y se le acabó la gracia, la música. Junto a nosotros, se pudre...

Al menos a mi jilguero todavía le queda Chopin... ¿Y a nosotros?...

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