Diario de una aventura
En honor y memoria de Sakelton
Por fin llegamos a la mítica isla Elefante, donde en 1914, tras dos años de navegación, se produjo una de las experiencias más increíbles de supervivencia de la humanidad
Ahora daría cualquier cosa porque este viaje se terminara. Estoy al límite de lo tolerable, al igual que mis compañeros. Sin duda alguna es el mar más terrible del Planeta, aunque es uno de los que más vida marina tiene, pues hay una línea, llamada de convergencia antártica, que es el punto donde las corrientes marinas del Pacífico y Atlántico se ven cortadas de repente por una masa de agua mucho más fría que es la corriente antártica. Por fin, en un friísimo amanecer llegamos a la mítica isla Elefante, donde se produjo en 1914 una de las historias más increíbles de supervivencia de la humanidad. Sakelton partió con sus hombres hacia la Antártida con intención de atravesarla desde el mar de Wedell hasta el mar de Ros por el medio del continente antártico, pero se vio atrapado muy pronto por el engelamiento prematuro del océano y pasó más de un año hasta que el hielo dio paso al agua líquida. Pero su barco quedó destrozado y se hundió en las profundas aguas. Él y su tripulación consiguieron rescatar dos pequeños botes a remos y víveres. Navegando alcanzó esta isla Elefante. Zarpó en el año 1914 y pasó dos inviernos, hasta que en 1916 llegó a isla Elefante y con sólo una embarcación a remos y un sextante nadie se explica cómo llegó a Georgia del Sur, a unos 1.500 kilómetros, en las mismas puertas del segundo invierno. Cinco meses después consiguió un barco que rescatara al resto de la tripulación, que vivió debajo del segundo bote comiendo pingüinos y sin poder calentarse nada, pues no había madera para quemar. Dos inviernos de supervivencia en la Antártida.
Nadie murió, aunque meses después, al regresar a Inglaterra, se alistaron en el ejército, cuando Europa estaba sumida de pleno en la Primera Guerra Mundial, y casi todos murieron abatidos por el enemigo. Una vez más la sinrazón de la humanidad deja su huella.
Zarpamos de la isla Elefante ante la imposibilidad de bajar y tras un día más de navegación, la más terrible de todas las jornadas, sin duda alguna, llegamos a isla Greenwich, donde se encuentra la única bahía que nos protege del temporal que lleva veinticuatro horas azotándonos. Esta bahía se llama Yanki. Hemos contactado por radio con una base chilena y nos recomiendan que no nos movamos de esta posición, pues en las próximas 36 horas habrá un fuerte temporal con vientos de más de cien kilómetros por hora.
Sin duda alguna no nos vamos a mover, pues a estas alturas del viaje estamos molidos de tanto movimiento, por lo que nos tomaremos estas treinta y seis horas para descansar, escribiros esta crónica y preparar nuestro equipo de escalada.
Esta vez os escribiré más tarde pues no voy a portear los equipos satélite, excepto el teléfono portátil, por si nos ocurriera algo y además poder llamar a nuestro velero y darle la posición donde necesitaremos que nos recoja, porque el siguiente desafío extremo es alcanzar en algún punto la isla de Livingston, buscar la manera de desembarcar entre tanto glaciar colgante gigantesco y atravesar la isla de norte a sur, escalando por el medio alguna de sus montañas más elevadas para descender al otro lado de la isla y encontrar la base española. Será a priori y a falta de seguir haciendo comprobaciones la primera travesía que se realiza de norte a sur por donde queremos hacerla. También escalaremos posiblemente la montaña más alta de esta cordillera que cruza la isla y encontraremos un paso para descender al plato que nos llevará a la Base Antártica Española.
Por delante, muchos retos y sobre todo desconocimiento. Nadie tiene referencias de esta ruta, tenemos que buscar un itinerario salvando enormes grietas de glaciar. Una característica de la Antártida son las enormes grietas, tanto en longitud como en anchura. Alcanzaremos las montañas más altas de la isla y seguir explorando el lugar para localizar un paso hacia la base española. Tendremos fuertes vientos, típicos de estas latitudes, nieve, hielo, mucho frío y un cielo plomizo. Es muy difícil ver el cielo azul. La única ventaja es que sólo hay tres horas de oscuridad y no llega a ser plena.