Diario de León

CORNADA DE LOBO | PEDRO GARCÍA TRAPIELLO

Por las ramas

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LA ESCUELA más guapa del mundo fue siempre la sombra de un árbol grande cobijando a dos docenas de rapaces. Todavía hay muchas de estas por los mundos donde la pobreza no da más madera que unas tablas para hacerse el cajón de enterrar.

En esas escuelas de árbol el techo es una celosía de ramas donde se enreda el ojo buscando nidos; seguro que de ahí viene lo de tener los críos la cabeza a pájaros cuando el profesor es un turras de jerga macabea. Después, a las escuelas les pusieron techo y fue un avance, cierto, pero dejaron de suspenderse las clases cuando llovía... y, además, te prohibían salir al patio en el recreo... no es plan.

Bajo el árbol-escuela el calendario lo ponen las nubes, que suelen tener más sentido natural y experiencia pedagógica que un ministro del ramo y diecisiete comisiones técnicas al lado.

Todavía mandan las nubes en todas las asias y áfricas donde la escuela del poblado sigue siendo un arbolón, acacia de tejadillo, un baobab... Cuando las veas en documentales, trata de imaginar la escuela que hubo en Caín tan sólo diez años antes de la Guerra Civil. Aquella escuela era un tilo bien arbolado como los que se ven sentando cátedra y dando tila (que ya no pelan) en todos los valles enclaustrados de Picos. Hasta cuarenta críos acudían a las clases aireadas de ese pueblo de inquietante nombre, clases que impartía el cura párroco enhebrando letras y números con fino mimbre restallado en la sotana, primero, y en los cadriles del guaje zopenco, después... ¿recuerdas aquel cura de Valdeburón de quien contaba Olegario Cascos que sólo tenía un lema educativo: «pan, palo, catecismo y gramática»?...

...ah, pero lloviendo o nevando, cosa allí frecuente, ¡vacación de pizarra y lapicero, al cuerno tablas y verbos!... Cuando tuvieron escuela de piedra y teja, Sanjoderse fue el patrono; todos los días, clases; disciplina odiosa. Bien merecieron la suerte de aquel pedagogo francés del siglo XIX que sostenía que sólo debía darse clases los días de lluvia, dedicando las jornadas soleadas al aula de la vida, lecciones de la naturaleza en su sitio, aprendizaje de los trabajos, del entorno y de la historia cotidiana.

Ya que te quitan el árbol y el calendario de las nubes, que al menos te toque un maestro así. Ruega por ello.

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