Cerrar

CORNADA DE LOBO | PEDRO GARCÍA TRAPIELLO

Otro camino

Creado:

Actualizado:

CUANDO el mundo se para, el que no quiere acabar loco se apea... y busca otra senda. Todos los mundos se paran alguna vez. El mundo económico, por ejemplo, anda ahora que no anda el pobre, se para, o lo temible, anda patrás y de culo, como todo el mundo ve sin querer verlo. Pero ¿quién se apea?...

Uno que conozco sí. Pongamos que se llama Fernando Fontela (no estoy autorizado a revelar su identidad). Se apeó del todo. Tuvo un tic de profeta hace dos años y se bajó de la próspera velocidad de su empresa para dar con sus huesos y su moral en un viejo molino maquilero y respetable que compró en la ribera alta de uno de los setenta y dos ríos que tallaron los setenta y dos valles gordos (e independientes) de esta tierra que parece un arrugado cobertor de barro y peña tapando el contubernio de una cama revuelta.

El molino estaba difunto desde hace más de veinte años, pero es de piedra ensillada, ladrillamen y carpintería de pino segoviano que no se descompuso en estos abandonos y climas. Nació para molienda y con vivienda amplia. Tiene además otra casa adosada que fue cuadra, pajar, corral, huerto... y alrededor, tres hectáreas de prado y pie de monte cercadas por vieja tapia de morrillo con albarda de losa pizarrona. Tiene toda la pinta de haber sido heredad monacal de pelo perdido en la gatera de Mendizábal, pues en el portón de entrada hay una hornacina que alojó algún santo... que también se apeó, o le apearon, cuando se paró su mundo de latifundios eclesiásticos.

Fontela ha tardado todo este tiempo en rehabilitar el sitio y hace sólo dos meses se instaló definitivamente aquí, él y su mujer, nadie más, tranquilidad inédita y celestial (dicen estar en la gloria). Su Madrid fatigante les queda al fin lejos... o cerca, si el silencio les fermenta melancolías y quieren garbearse un rato.

Fontela tiene cubierta la retaguardia. Está blindado de buena renta porque vendió su parte de la empresa a sus dos socios (listos y voraces entonces; ahora no les cabe una lenteja en el culo). Tiene cincuentaitantos tacos y los dos hijos ya colocados. Cree haber tomado la decisión más cabal y prometedora de su vida. Su plan de vida es envidiable y mañana te la cuento si él no se cabrea cuando lea esto, que lo hace por Internet para poder jalearme, aconsejarme o reñirme.