El paisanaje
En cuesta
SE LE ATRIBUYE a Churchill en los albores de la demoscopia, como tantas otras frases, aquella de «sólo me fío de las encuestas que yo manipulo», que servidor no osaría plagiar ni de lejos por la sencilla razón de que a mí nunca me han encuestado en treinta años de democracia. Consultados el otro día otros tres coleguis en la taberna resultó que a ellos tampoco, de lo cual deducimos cabizbajos que como opinión pública no pintamos nada, aunque arreglemos todos los días el país a eso de la hora de los vinos.
Pasa igual con las mesas electorales, a las que nunca nos han llamado de presidentes, vocales o suplentes de tercera fila porque no hay cuarta. Como vamos siempre en cuadrilla a votar contra el que mande, a lo mejor se nos ve el plumero, a pesar de que el voto es secreto. La única explicación que cabe, según uno de Lugo que al equis vaso se pone filósofo, es que las encuestas y los resultados electorales no existen en lo que a nosotros respecta ni hay que creer en ellas, como en las meigas, «pero haberlas haylas».
Se publican estos días no pocas encuestas sobre la intención de voto de los españoles -”entiéndase bien, de todos menos de los tres de la peña que tomamos el vino juntos-” según las cuales Zapatero va cuesta abajo cuatro puntos o más por detrás de Rajoy, el cual, no obstante, lo tiene muy cuesta arriba. Y deben de existir los susodichos estados de opinión, porque, aunque nuestra tropa no crea en brujas, el Gobierno parece que sí.
La prueba es la última crisis ministerial. Uno de los nuestros, que es del andamio, en los sesenta emigró a Francia y ahora dice que es «maçón» profesional, en vez de albañil de primera, y asegura estar muy bien informado. «Con tanta foto del presidente y secretario de Deportes, ese tal Zapatero, se van a forrar los impresionistas del Barrio Latino, la bohemia del paro, el modisto de la vicepresidenta Fernández de la Vega, que es como una gamba a la gabardina pero sin gamba, y el esteticién de la ceja neoclásica de La Moncloa y de su inquilino». Jura él que estuvo reponiendo, por encargo de De Gaulle, todo el pavimento de París que destrozó Dani el Rojo y concluye que, visto como está estos días España, el ácrata francés era un pinche comparado con el actual presidente de nuestro Gobierno. Nada que objetar, como Sarkozy.
Si lo de las fotos del presidente reunido con los tres vicepresidentes y vicepresidentas, que, a su vez, se habían reunido en otras instantáneas con los ministros y ministras de sus áreas respectivos y respectivas, todo ello en plenas vacaciones de Semana Santa y demostrando una gran hiperactividad contra la crisis es la solución para el país, apaga y vámonos, tal que les pasa a las bombillas chinas de bajo coste -”será para él-” del titular de Industria, señor Sebastián. Para entendernos: o antes el Gobierno ni se reunían ni se hablaban, o no trabajaban más que en vacaciones y ahora van a cogerlas otra vez todo el año. Hay que ser muy papón para no caer en eso.
Eso en Madrid y a lo grande, pero en León pasa algo parecido. Tenemos treinta y tantos mil parados y el alcalde Francisco Fernández vistió para sudar la foto el sayo de nazareno pujando por una virgen que sólo lo es de imagen. No sé lo que sudaría, pero el ridículo fue para un agnóstico como él y un incrédulo como servidor de lo más tragicómico. Luego lo complicó todavía más no ofreciendo las tradicionales pastas, orujo y patatín y patatán a la cofradía decana porque, según él, eran de derechas. Como alcalde laico puede, pero a Pilatos no va a ascender por mucho que se lave las manos. Estos han sido los entretenimientos locales para posar en la foto, ay Macarena.
Volviendo a las encuestas, le da a uno en la nariz de fumador empedernido, como a Churchill salvando las distancias y el puro, que alguien va a intentar manipularlas y cocinarlas en el último minuto. El premier británico y lord del almirantazgo también perdió las elecciones nada más ganar la Segunda Guerra Mundial, un escándalo histórico.
Otro que puede hacer historia, aviso para navegantes, es Mariano Rajoy si el juez Baltasar Garzón le hunde las encuestas, dándole escandalosamente en plena línea de flotación, que tampoco es tanta, total sólo cuatro puntos de diferencia. Según mi señora, que de eso entiende algo, no basta para hacerse la foto sacar a ladys chachis como Soraya Saenz de Santamaría o, aquí mismo, myladi Carrasco. «A poco que sople ese Garzón», dijo ella, «tu Mariano se despeina y va a necesitar un completo para la foto de La Moncloa».
A saber, lavar el partido a fondo, empezando por poner las barbas a remojo, un cardado fino para las cejas de Gallardón y mucho tinte al revés para la rubia Esperanza Aguirre.
Y que los trajes se los compre él, no a la medida de Camps.