Diario de León

CORNADA DE LOBO | PEDRO GARCÍA TRAPIELLO

Ponferradiando

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BAJO las mantas, como chitacallando en el sigilo de la noche con un auricular de bakelita en la oreja y explorando con el tosco dial el bosque de señales radiofónicas que nos envuelve, rompíamos la frontera del internado, de lo local o piojero, y huíamos de la cárcel chica de los días por los caminos de las ondas, nos fugábamos a otras palabras y otras músicas que latían lejos de nuestra patria de consignas, censuras, maitines y tedeums.

Todo era posible, pues, con una radio de galena que costaba dos perras montarla, aquella radio de pobre en receptor pobretón, aquel pasaporte barato a los confines de esos sueños que se radian, una fiesta gratuíta en el oído al alcance de un colegial sin propina. Los transistores vendrían después. Y la radio de válbulas era cosa del salón o la cocina, mucho aparato que no podía llevarse a la cama. Así que la radio de galena era el mundo metido en una caja de puros y se podía colar en la cama encuevándonos allí para eludir las pesquisas del vigilante. «Y te daban la una, las dos y las tres»... enmudecido hasta el amanecer o rendido al sueño con el demonio de la libertad soplando a la oreja.

Los libros podían incautarse en una aduana; las ideas tenían patas, pero también fronteras; las naciones se atrincheraban en sus dogmas o culturas impermeables... y sólo el invento de la radio logró romper linderos y barrotes, adiós garitas, adiós. Lo que hoy nos parece transnacionalidad lógica en internet (la aldea global que anticipaba Marshall McLuhan), sólo la radio lo brindaba entonces. En el dial de onda corta, ese bosque donde se apelotonan y desfiguran las señales radiofónicas que nacen en los confines, salía una voz castellana en Radio Moscú, un capuchino emitiendo para América Latina desde el Vaticano, verborreas incomprensibles de emisoras finlandesas, una arenga americana de Radio Liberty o la voluptuosa música mora con velos y vientre desnudo de un cabaret de Beirut. Milagro. Sólo la radio lograba mezclar mundos.

Y ayer la radio fue otra vez historia y fiesta en Ponferrada, o sea, Poferradio. Es ya una cita consagrada porque tiene un alma máter, maestro Del Olmo, y un compromiso de coninuidad que no puede quebrar. La radio, que es comunicación y libertad, tiene que seguir teniendo aquí su patria chica.

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