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CORNADA DE LOBO | PEDRO GARCÍA TRAPIELLO

Jamás

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GUARDADA en la retina hay una foto del Papa en su visita a los santos lugares de la vieja Palestina. En ella el Pontífice preside un encuentro con representantes de otros credos e iglesias; están puestas sus sillas en semicírculo para la galería, medio corro, cada cual en su papel, su fuero y su asiento. Debe tratarse de un acercamiento, algo de ese ecumenismo que parece más cosa de postura que reconciliación cierta y deseada, pues no están allí todos sentados como hermanos, como iguales, un reunión inter pares . Hay un impar, una silla más alta que las otras y distanciada de ellas, en el centro, presidiendo; y en ella, Benedicto XVI contemplando a los otros y a las cámaras desde su autoridad, sin apearse. Entre hermanos estas cosas no deberían ocurrir, está feo (el precepto evangélico de sentarse el último no cabe). ¿Nadie más que nadie?... Aquí no se apea nadie de «mi dios es más verdadero que el tuyo, descarriado, infiel, separatista»...

Judíos, cristianos y musulmanes malviven su espesa convivencia en aquellos lugares. La cosa está plagada de malos recuerdos, amenazas perpetuas, guerras perdidas y pendientes, mucha sangre. Se temen, se odian, se aguantan, estallan... se pudre la paz cada mañana, se levantan muros cada noche.

Entre estas tres civilizaciones tan marcadas por la religión se organizan encuentros y teatralizaciones públicas (política de foto), pero la anunciada alianza entre ellas es sólo un sueño que acabará, como mucho, en un perreadísimo pacto de «no nos toquemos los cojones, no nos hagamos daño».

¿Puede un Papa invitar a los musulmanes al entendimiento, concordia o colaboración? ¿Se entenderán algún día Dios y Alá?... Un imán miró perplejo la invitación y le dijo al Papa: ¿Logra usted entenderse con sus propios hermanos en la fe de Cristo?, ¿cuántas iglesias profesan la fe cristiana?... la católica, la iglesia armenia, la copta, la ortodoxa, la episcopaliana, la maronita, la prebiteriana, la anabaptista, la mormona, la evangelista, la anglicana, la adventista, la del juicio final, la de la muela del juicio, la del divino péndulo... Mira quién fue a hablar, pensó el Papa, «nosotros dejamos de matarnos hace siglos y hasta hemos olvidado lo de los hugonotes, pero vosotros andáis todavía rezando en vuestras mezquitas con trilita y matando de cien en cien».

Esa alianza se quedará en un jamás.

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