Diario de León
Publicado por
Pedro G. Trapiello
León

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Nos reiterabas, don Victoriano, no desear a nadie que cumpliera cien años... ¿quizá para no ver cuánto se repiten las cosas?... ¿para no ver morir tantos sueños y gente, los tuyos, toda tu quinta, los amigos y hasta sus hijos?... ¿quizá por no caer en la fatiga de aquella mujer suicida que dejó una nota con sólo una lacónica frase: «¡tanto abotonarse y desabotonarse!»?...

Pues, ya ves, habrás de vivir otros dos mil años, aunque los científicos aseguren que la especie humana desaparecerá de este planeta dentro de quinientos. Dos mil años, Vik, dos mil. Es lo que vivirá el tejo que han plantado junto a tu urna, el tejo mito de celtas y astures del que hacían sus arcos y que dio sombra a la paz de sus muertos, tejo que nutrirán tus cenizas para que se instale tu mirada en los grandes brazos de su arboladura y veas a lo lejos, absuelta la memoria por la muerte, esta ciudad que has recosido y las agujas de su catedral que verás caerse a cachos hasta hacerse arena en el suelo antes de que construyan otra de plástico y hologramas.

Un tejo. No pudieron elegirte mejor compañero.

Y ahí estás ya trepando por su savia sin tener que talabartearte la oreja con noticias últimas de golpes hondureños que te evocarían años de correajes y de todos en filas de santa procesión o puto racionamiento... noticias de gripes devorando argentinas, américas frías o mujeres marroquíes, de cantantes muertos adorados como dioses del ruido, de tesoreros corruptos que tosen talones, de espías mortadelos, de curas filemones o ayatolhas atómicos iraníes...

El mundo sigue rodando con rutina de reloj y sordina de siesta. Nada nuevo bajo el sol, pero late una conjura en cada noche del alma.

Y en cuanto a la montaña de letras que nos has dejado de herencia, será escalada por gentes estudiosas que sabrán desbrozar su maleza para compilarnos tanta sustancia como encierra y concluir que tu filosofía fue buscarte la vida y ganarla con esfuerzos de buey, con resabio de canónigo sagaz y con el tabardo contra heladas mentales que ha de llevar el francotirador de palomar que sólo dispara pichones contra las escopetas... tus palomas, la paz.

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