CORNADA DE LOBO | PEDRO TRAPIELLO
El cartelero real
Echa un vistazo. A golpe de rótulo o cartelón busca clientes todo el que vende. Cartelería, anuncios, vallas y letreros están para eso y plagan la vida entera. Se sirve todo quisque al efecto e inundan las ciudades de letras que gritan mucho: a vender, véndese, cómpreme...
Al barullo habitual se añaden cartelones como pantallas de cinemascope para pregonar chillonamente toda obra pública. Los que venden este material con caballete metálico han de estar encantados. Cualquier puede calcular el tajadón que se factura con sólo la propaganda del «planE»; hay un cartelazo en cada esquina y hasta grapados groseramente sobre la piedra monumental de la Cerca Nueva hasta que les obligaron a apearse del burro y del morrillo. El cartelero real que factura carteles aplaude con los párpados y grita ¡viva la crisis!...
Tenemos mucho cartel sembrado en cualquier paisaje, amén del bosque de indicadores, órdenes y acotamientos. ¿Has visto que cuando vas por la calle has de ir todo el rato leyendo?... Te roban la vista cien chapas, carteles, señales o escaparates con precio. Mi tío César lo resolvía ingeniosamente: si hay que leer, se lee... y el trayecto desde el Diario de León a casa lo hacía caminando pausadamente y leyendo a la vez el diario Ya , aquel papel con bonete, como parapetándose, porque tenía que leer de cerca levantando de vez en cuando la vista al cruzar calzadas o evitar obstáculos. En llegando al portal que ya olía a mesa puesta, había trillado medio periódico. Tiene una ventaja esta manía de leer prensa por la calle; es como un paraguas tras el que puedes esconderte o no saludar a quien no quieras ver... y también un problema: con tanto mobiliario urbano, lo normal es que te estampes o te eche la zancadilla una escultura para que te des un hostiazo de bronce.
Por el contrario, hay quien lo mira y lo lee todo, hasta los carteles de venta de pisos altos o trapasos de ruinas bajas. Una crisis se mide por los letreros de venta en ventanas y puertas.
Por eso estaría bien plasmar siempre una pregunta necesaria al pie de cada cartel de «se vende» rotulando debajo «¿por qué?»... aunque Javier GP, más cáustico, gamberro y realista, añadiría al «se vende» un... «¡a que no!».