El Gregorio Marañón probaba una alarma contra casos como el de Rayan
El juez de guardia ha autorizado la salida de España de los restos mortales del bebé, que serán repatriados a Marruecos hoy para ser enterrados junto a su madre
La muerte de Rayan se debió a un trágico y casi inexplicable error hospitalario, pero también otra fatalidad se cebó con el pequeño. El infortunio y el desgraciado azar impidieron que el bebé sietemesino pudiera salvar su vida, máxime cuando el Hospital Gregorio Marañón, donde falleció, tenía implantado parcialmente un sistema de alarma que impide confusiones o equivocaciones en las vías de administración de los nutrientes o de los medicamentos y completará la adaptación total de este dispositivo a lo largo de lo que resta de semana. Si este mecanismo de alerta hubiese estado instalado el lunes en la bomba de infusión adscrita al niño, con seguridad que su padre, Mohamed El Huarachi, no se habría visto arrastrado a la angustia de sufrir el doble duelo de quedarse viudo y sin su niño.
La puesta en marcha de este dispositivo de control, en puridad una bomba inteligente, fue confirmada ayer por la presidenta regional de Madrid, Esperanza Aguirre, y por su consejero de Sanidad, Juan José Güemes durante una comparecencia informativa. Aguirre matizó que la implantación de estos controles en la unidad de neonatos del Gregorio Marañón no ha sido desarrollada en ningún otro centro sanitario, pues ha sido una iniciativa pionera del Gregorio Marañón.
Un proyecto que, en cualquier caso, llegó tarde para Rayan y no estaba completado cuando se produjo el trágico error. El centro sanitario madrileño, a través de un comunicado, corroboró el anuncio de los políticos madrileños y certificó que, en efecto, el Servicio de Neonatología del hospital «lleva más de un año y medio trabajando en el proceso de implantación de un sistema informático adaptado a las bombas de infusión, que mejora la calidad y la seguridad en el manejo de infusiones y medicamentos que reciben los pacientes críticos».
Apoyo psicológico. Ya el pasado martes, fuentes sindicales del Hospital Gregorio Marañón avanzaban que la joven enfermera, de 23 años, que cometió la presunta negligencia que causó la muerte de Rayan estaba «completamente destrozada». Ayer, una de sus colegas de profesión en el centro sanitario confirmó que la profesional sanitaria se encontraba «en su casa, recibiendo apoyo psicológico».
Y es que, relatan en el Gregorio, como se conoce popularmente el hospital, «es lógico la situación en que se encuentra».
Le han caído encima varias pesadas losas que, lo más probable, nunca olvidará: la de su responsabilidad profesional en la supuesta muerte de un bebé y la de sus sentimientos humanos, más que ofuscados por lo tragedia que ha ocurrido.