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León

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A la última | C. sánchez-vicente

En la casa de los ciudadanos la crisis se mide en miedo, por haber perdido el trabajo o a ser el próximo en la lista, ¡qué les voy a contar yo de esto que ustedes no sepan por experiencia o cercanía...! Pero también se mide en esperanza: la esperanza de que las fuerzas políticas y sociales estén a la altura de las circunstancias y encuentren al menos una gatera por la que escapar de la pesadilla del paro. Que adopten medidas, vamos.

Existir, sabemos que esas medidas existen porque en otros países de nuestro entorno se están adoptando unas antes y otras ahora. Ninguno tiene la tasa de paro española, esa es la realidad, una tasa de más del doble de la media, y más del doble de la media de tontos no creo yo que seamos. Algo estamos haciendo peor que los demás, y si no rectificamos nos seguirá comiendo la miseria cada vez que estornude la economía.

La sensación de sorpresa y extrañeza ante el insólito ataque del presidente del Gobierno contra el presidente de la CEOE por la ruptura del diálogo social es casi general. Los desacuerdos son el pan de cada día de la política, y que los interlocutores traten de sacudirse el muerto igual, pero con cuidado de no romper la baraja porque después de cada traspiés hay que volver a la mesa del diálogo, estos señores son profesionales, no críos enfurruñados; de hecho, cuando escribo, sindicatos y patronal, por fortuna, ya han empezado a arrimar a la mesa las sillas de la reanudación del diálogo social cara a septiembre, es su obligación, y lo saben. ¿Qué puede perseguir, pues, la carga ad hominen de Zapatero contra el líder de los empresarios? Lo primero, votos. En el PSOE dicen que el mensaje de que si no hay acuerdo -˜contra el paro-™ es porque el patrón de patrones quiere el despido libre y gratuito y Zapatero se ha plantado, le da votos al Gobierno, convertido en adalid del trabajador frente al plutócrata. Lo dicen con la misma falta de rubor que el PP responde sobre el lío Gürtel, que es muy molesto pero a ellos eso no les quita ni un voto. Y lo segundo, más votos: creen que les puede ayudar a tapar que el fracaso es del presidente del Gobierno, por prometer (insensatamente ya que el único que puede -y debe- adoptar esas medidas es él) que no reformaría nada sin el apoyo de los sindicatos y de la patronal.

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