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Publicado por
León

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¿La sangre arde?...como que sí. Hervir es lo suyo, pero a veces arde... vela ahí en esos guardias que masacró la bomba colocada por un cerebro sin sangre y un descerebrado sin alma, por los pijos del terror hecho oficio y chulería criminal de redentor aloriado... vela ahí en esos montes de bosque en llamas que nos roban gentes, las devoran y nos las devuelven hechas carbón... La sangre arde, claro que sí.

La sabia es la sangre del árbol... y cómo arde. Los incendios se abonan al telediario y hacen cola en las noticias... ¿tendremos que aceptar cada verano al fuego y al etarra cabrón como «animales informativos de compañía»?... ¿por qué parece que nos hallamos fatalmente resignados a que ambos crímenes sean inevitables, si los dos tienen detrás un necio canalla (identificable) con su facilidad casi extrema para el estrago, el tiro o el cerillazo?...

Lo que ha devorado el fuego en las montañas de Ávila es desolador. Es una de las sierras más guapas de España, paisaje único, roblón centenario. Lo que se ha perdido es incalculable e irreparable en plazos medios porque fueron necesarios muchos siglos para modelar aquella herencia de belleza hoy carbonizada, enlutada... y ausente.

A la esperanza que ha calcinado la ventolera terrorista le ocurre otro tanto, ardió entera... ¿quién confía?, ¿en quién ha de hacerse?, ¿y por qué?...

...aquí arde todo, empezando por la confianza en los tesoreros... y a cabando por el arbolón que sombreaba nuestras soledades.

«Rapaz, deja de jugar con las cerillas... o ardemos todos», nos decían. Los nuevos lacorrillos etarras son rapaces consentidos, puros abencerrajes de tarro y razón... y resentidos contra todo parecen los cerilleros del monte... así que cualquiera diría que estamos sitiados por resentidos y consentidos, mala gente en cualquier caso, imprevisible y disparatada.

No hay imagen más viva de la muerte que un monte calcinado, pero se hizo costumbre en este «territorio pies negros» donde se pisa uva o ceniza desde siglos... aunque siempre habrá un maldito hijoputa que se lave esos pies con sangre sabiendo que sólo arderá en el infierno de nuestras maldiciones.